sábado, 20 de febrero de 2016

La ecografía que no vamos a hacer


Hoy, sábado 20 de febrero, por fin llegué a uno de los días que tanto soñé. Increíble y mágicamente, cumplimos mi amor, mi bebé y yo, 12 semanas! Como un preso tachando los días en la pared. Como si ahora sí debiera de creer que todo va a estar bien.
Nada cambia para nosotros en estas 12 semanas. Regalo ya le compramos hace rato. Tuvo su primer regalo en Navidad, cuando faltaba todavía una semana para la beta. Aunque debo de confesar que tuvo su primer regalo como "nuestro hijo" (como como este, nuestro hijo), el día de nuestra primer transferencia, allá hace dos años y medio. Creo poco en la mala suerte (como también creo poco en la buena), y sentir que tenía vida dentro a la que obsequiarle un regalo siempre me pareció algo maravilloso. Porque cada uno de esos pequeñitos que tuve conmigo, y que no pudieron quedarse, sé que se sintieron queridos y bienvenidos siempre. 
En fin, al punto. Lo de hacerlo público es algo que pasó hace rato. Básicamente porque toda la gente que queremos sabe de primera o segunda fuente nuestra lucha. Y, así como son aptos para las malas noticias, también tuvieron que saber por fin la buena ni bien la supimos nosotros. Insisto, no soy de darle mucha bola a la mala suerte. 

Y si hay un buen motivo por el que las parejas desean llegar a estas benditas 12 semanas, es la famosa ecografía de translucencia nucal, la cariñosamente llamada TN. Ecografía que no vamos a hacer. Y paso a explicarlo.
Desde que tuve la idea de ser madre, y leí y aprendí un poco sobre el tema, tuve en claro (y mi marido no pudo estar más de acuerdo) que no íbamos a hacernos la Amiocentesis o bien la Punción de Vellocidades Coriónicas. Es decir, no íbamos a poner en riesgo nuestro embarazo. Sin importar el motivo. Bajo ningún concepto. Muchos me van a responder que el riesgo es bajo. También eran bajas las chances de que nosotros dos pudiéramos tener un hijo y acá me ven, cumpliendo 12 semanas. Sin ofender, me cago en las bajas chances. Son chances y punto. No me  rompí y me sigo rompiendo todos los días el traste (o la panza más bien) inyectándome cosas dolorosas, ni hice estudios horribles, ni me pincharon 50 veces donde no deberían, para saber si mi bebé tiene algún problema que yo no puedo cambiar, y arriesgar su vida sólo por curiosidad.
Vuelvo a repetir, tal vez alguien se sienta ofendido por esto. Pero este tipo de pruebas sólo sirve para dos cosas: para terminar un embarazo de un niño "no perfecto", o para que los padres lo sepan, es decir: curiosidad. 

Si no estamos de acuerdo en realizar la punción, qué sentido tiene realizar la TN? Que me digan la probabilidad que tiene mi bebé de tener un problema cromosómico. Para qué quiero saber una probabilidad. Lo importante es del lado en que me encuentre, no la chance que tengo. Uno en cien es lo mismo que uno en un millón, si sos ese uno, no?
Y, por poner un ejemplo, supongamos que la TN da un riesgo de 1 en 200 de síndrome de down. Por ser un riesgo alto, me recomiendan hacer la amiocentesis, que tiene un riesgo de 1 a 2% de aborto (en las webs dicen que es mucho menor pero en la autorización que firmás antes de hacerla, hablan de un 2%). Es decir que tengo cuatro veces más probabilidades de abortar un niño sano con la punción, que de tener un niño con síndrome de down. 

Mucho leí. Y, por las dudas, también pregunté a obstetras si la TN tenía alguna otra utilidad para nosotros. Conocer algún otro problema que pudiera solucionarse, algo a tener en cuenta. Y no, solamente es lo que tan claro nos dicen y no nos ponemos a escuchar realmente. Porque vamos a ser sinceros, los obstetras mandan esta prueba como de rutina, sin explicarle a los padres la verdadera utilidad o, lo que es peor, sin hacerles cuestionar qué harían después con esa información pronostica. Para decirlo sencillo, si no estás dispuesto a terminar un embarazo porque tu hijo tiene un problema cromosómico, de qué te sirve saber que podría tenerlo? Si el problema es realmente grave, te vas a enterar, en la simple ecografía de la semana 12, en cualquier otra ecografía normal, o, como mucho, en el scan fetal en donde realmente se estudian y conocen todos los detalles de tu bebé y te permite prepararte psicológica, física, y médicamente para hacerle frente a alguna situación. Pero creeme que te vas a enterar, con la verdad, no con estadísticas.

En el tiempo que hace que estoy embarazada, todos me preguntaron cuándo me hacía la TN. Y frente a mi respuesta, tuve dos reacciones muy opuestas. Las personas que me dijeron que era una genial idea, que ellas la pasaron pésimo, que no querían hacérselas pero el médico se las mandó, de alguna conocida que le había salido mal y sólo fue un mal susto, o de alguna conocida que le había salido bien y su bebé después tenía problemas. Y el otro grupo, bueno… me dijeron qué cómo podía ser, que era importantísimo, que no era invasivo ni nada, que no le hacía mal al bebé… Una serie de tonterías que demuestran, una vez más, el desconocimiento enorme que hay sobre esta prueba.
No cuestiono las decisiones de nadie. Pero no puedo más que preguntarme si todos los que se hacen este estudio tienen la misma cantidad de motivos que yo tengo para no hacerlo.

Necesitaba escribir esta entrada porque (como ya saben que soy una psico) busqué mucho en la web sobre alguna postura similar y me costó dar con un par de ellas desperdigadas por ahí. Y siento que tal vez se habla poco, y se sabe menos. Mucho se habla del parto respetado pero debería incluírse también el embarazo respetado. Dar a las embarazadas la informacion necesaria como para que decidan qué estudios y decisiones quieren tomar con respecto a los mismos.

Fui con miedo a hablar con nuestro obstetra. Si bien estaba convencida de no querer hacerla, necesitaba que fuera abierto en el tema, entendiera mi punto y, sobre todo, no generar una mala energía con la persona a quien le confío lo más importante de mi vida. Obvio que yo no iba a hacerla. Pero no es lo mismo imponer que charlar, no?
Y después de preguntarle si tenía otra utilidad, y comprobar que no, le expliqué que, fuera como fuera el resultado no íbamos a realizar pruebas invasivas. Entonces me parecía más lógico directamente no agregarle más stress y nervios a un embarazo que me costó mucho. Que si salía bien no me iba a decir nada (porque sabemos que problemas puede tener miles, y todos los que no sean cromosómicos, no detectables con esta prueba) y si salía mal sólo iba a continuar el resto del embarazo con mucha angustia. Lo pensó un rato. Al tiempo nos preguntó si, fuera como fuera, íbamos a continuar con el embarazo (cosa que demostró lo que tanto sospechaba y es que el aborto por estos problemas es más normal de lo que mi corazón quiere creer). Y frente a nuestro sí rotundo, nos dijo que le parecía perfecto, que sólo eran probabilidades y que era súper entendible nuestra postura.

Fin del tema. El lunes, festejando nuestras 12 semanas y 2 días, lo vamos a ver al pequeñito, moverse y nadar como un campeón, en una ecografía común y corriente, donde chequearán que todo en él esté bien, y donde disfrutemos una vez más de sus volteretas, sus patitas de rana, su bailecito, y su corazón latir hermosamente.
Sólo eso importa.

jueves, 11 de febrero de 2016

Mutar

Eso es lo que debería, y no puedo hacer.
Por eso tanto silencio.
 Porque intento estar, sentirme, disfrutar, vivir, por fin respirar… embarazada. Pero sigo siendo una tonta infértil buscándole el pelo al huevo. Aunque a veces juro que el pelo estaba!
Hoy tengo 10+4 (que en idioma "persona embarazada" quiere decir: diez semanas, cuatro días) (lo aclaro porque me costó entender algo tan tonto y básico como eso).

Y pasé unos días terribles.
Los manchados siguieron. Siempre presentes. A veces marroncitos, a veces apenas rosados. Dos veces más rojos. Esas dos veces corriendo a la guardia con el corazón en una mano y la otra sobre mi pancita, rezando a mil por hora, oraciones que ni sabía que sabía.
La última vez, con algunos coágulos. Llorando a gritos en el baño de mi casa. Hurgando dentro de ellos, esperando no encontrar nada. Aplastándolos uno a uno. Sintiendo que la vida se me iba.
Pero la vida siguió ahí bien agarrada, latiendo cada vez más fuerte, creciendo lindo, empujando hematomas malos.
Pasé unos días de reposo. Con mi mano izquierda suavemente apoyada. Mandando buenas vibras. Haciéndole chuf chuf a los manchados.

Y un buen día los manchados se fueron. Ya cumplidos más de un mes de tortura, no aparecieron más. Ni los rosas, ni los marrones que se suponía eran de la progesterona, y gracias adiós tampoco los rojos.
Tuvimos una ecografía hermosa donde ya no encontramos más hematoma retrocorial, y lo vimos latiendo lindo, vimos los colores de mis arterias, el cordón y su corazón con doppler, vimos sus bolitas de manitos y sus bolitas de piernitas. Hasta vimos una manchita negra en medio de su cabeza que es su romboencéfalo y parece que es genial que a las 8+4 eso aparezca. 
Salimos de esa eco, después de una semana de toallita blanca impoluta, como cualquier pareja embarazada. Nos sentamos a tomar un juguito. Nos reímos. Mucho. Como hacía varios años no recordaba. 

 
Aunque los miedos todos los días mutan, se renuevan, se achican o acrecientan. Una psicótica infértil como yo, adicta al Dr. Google, no pudo más que leer y leer sobre el tema. El famoso riesgo del primer trimestre, se llama así porque en los embarazos normales la primer ecografía la hacen al terminar este, entre la 11 y 12 semanas. Pero la realidad es que el riesgo real de aborto del primer trimestre va decreciendo pasadas las semanas. Del 25% de abortos hasta la semana 8, pasada esta se achica a un 5%, y pasaba la semana 10 solamente a un 2%.
Por lo que, cumplidas las 10 semanas, mi amorcito me llevó casi de prepo a una guardia a inventar una excusa para tener una eco que me achique los malos pronósticos.

Porque sí, tengo miedo. De todo. Y los estrictos controles que tengo todo el tiempo no me ayudan. La hematóloga, los controles de heparinemia (para saber si la dosis de heparina es la correcta), conteo de plaquetas, hemograma, tiroides para ver si el aumento de dosis no habría sido demasiado, glucemia para tener a tiro mi insulino resistencia. Pincharme todo el tiempo. Tomar 16 pastillas por día, más la inyección en mi panza.

Y ni siquiera merece la pena nombrarlo porque ya ni me importa, pero me siento tan mal! Tengo absolutamente todos los síntomas que siempre leí y esperé alguna vez encontrar en mí. Una acidez atroz, que no me deja vivir un día tranquila. Que no me deja comer casi nada más que galletas de agua con queso port salud. O helados de palito de agua de naranja. Yo, la señora chocolate! Muero a las 2 de la mañana por un sandwich!
Además, mis lolas son mi gran tortura. Debo de confesar que vengo generosa en el tema. Lo que se hace más tortuoso todavía. Pasé de 100 a unos… no sé… 320?!?!? Del peso que me provocan siento que la gravedad me las arranca de un tirón cada vez que me levanto.
Pero esas son tonterías de cualquier embarazada. Que ni siquiera deseo se me vayan para no vivir con otro nuevo miedo hasta que por fin pueda sentir a mi gusanito dentro.
Porque sí, en la ecografía de pseudo urgencia de la semana 10, lo vimos bailando como un gusanito, y sacudiendo sus piernas y sus brazos como loco.
Todo lo compensa.
Todo.


Y mutar también, porque debería hacer algo con este blog. Y sinceramente, no puedo. Tengo mucho que decir todavía. Y no me siento en condiciones de empezar a escribir un blog de una mujer embarazada, de una madre, de la crianza de un hijo… y bla bla bla. Porque no lo soy. Soy una eterna infertil, por fin embarazada. Que ve fantasmas en todos lados. Que intenta aprender que con esto se convive siempre. Que la beta es sólo otro paso más.

Pero porque yo también fui una "no embarazada" luchando por serlo, y debo de confesar que dejaba automáticamente de leer a mis dichosas amigas infértiles cuando se convertían en lo que yo tanto ansiaba. No por envidia, sino por sentir que no me aportaba nada, que ya no me eran "interesantes" más que por saber su propio bienestar y el de sus panzas. Por eso mismo, indulto a mis hermosas guerreras que me leen, a que no lo hagan más. A partir de ahora, en este blog se va a hablar de mi embarazo a través de la infertilidad.
Comparto y apoyo cada una de sus luchas. Lloro de emoción con cada positivo y me parte el alma cada paso dado en falso. Con el corazón. Odio esta puta enfermedad.

Y me siento en ese medio incómodo de no ser del todo feliz, y no querer herir corazones rotos. Sé de lo que hablo. Se me rompió muchas veces en estos años.
E imagino la bronca contenida de cualquier luchadora en plena batalla, cuando una embarazada se queja de algo, cualquier cosa, desde las insoportables náuseas hasta los pánicos horrendos antes de cada ecografía.
Por eso, y porque ya no quiero más silencio, porque tengo mucho que contar y mucho que decir de todo este proceso, las disculpo en el alma si ya no quieren leer más. Yo las sigo siempre, en esa gran familia que pueden encontrar en twitter como la #infertilpandy. Y por allá seguiremos compartiendo todo. Pero necesito ser esta ahora, la mujer embarazada. La que quiere quitarse los miedos. La que no quiere lastimar a nadie con su panza (cada vez más grande!).

Yo acá sigo. Justamente porque esto sigue siendo un proceso. No la dicha inmensa. No el fin del dolor. Tan sólo un paso enorme, mágico, único, terroríficamente hermoso, desconocido, en esta gran lucha que peleamos con mi marido desde hace muchos años. Para por fin algún día (ojalá sea a fin de este próximo agosto) convertirnos en papás.