jueves, 31 de marzo de 2016

Outlet


Vivimos cerca, cerquísima, de la fábrica de Sorvo (1)

(1) Sorvo es una antiquísima y muy afamada fábrica de pañales de tela, que ahora hace ropa muy bonita con uno de los mejores algodones del mundo. (y ojo que no cobro comisión, lo juro!!!). Los pañales que yo usaba de baby eran Sorvo. (sí, así de vieja soy!!!)

Desde que soñamos ser papás, allá por el siglo pasado, siempre que paso por la puerta de la fábrica, y paso seguido, sueño con el día en el que vayamos a comprarle el primer enterito. De hecho, semana 11 (una semana antes de lo "permitido" porque somos gente rara) fuimos a comprarle el primer conjuntito a nuestra hijita.
Y la peque ya recibió unos cuantos regalitos de aquí y de allá.

Pero hace una semana hicimos algo que para mí fue trascendental, por más tonto que parezca.
Fuimos a la fábrica a comprar un par de ositos para usar de pijamita, de outlet, 2 x tantos $. De uno de los tantos percheros de oferta. Por cierto, la data es buena, tiene unas ofertas increíbles!!!
Y salí más feliz que con el resto de las cosas bonitas que compramos o nos regalaron.

Tengo un por qué muy sencillo.
Mi amorcito y yo tenemos 12 sobrinos. Hace muchos años compro ropa de bebé constantemente, varias veces por mes, en regalos de Navidad, día del niño, etc. Digamos, estoy muy acostumbrada a ir a una bonita casa de chicos y elegir ropita preciosa para mis sobris.

Outlet no. Ropa de outlet no regalás, porque no tiene cambio. Ropa de outlet solamente le comprás a tu hijo.
Y eso hicimos. Compramos por primera vez en un outlet de bebé para nuestra hija.
Así de relativa y simple es la felicidad de una infértil embarazada. 


domingo, 20 de marzo de 2016

Ella


Calculamos y calculamos, y nos dimos cuenta que, literal, nos sobraba una orden para ecografía. El motivo: el obstetra nos dio la orden para el scan fetal a partir de la semana 20, y nos agregó otra ecografía más porque le di lástima con mi cara de "me tengo que seguir fumando la progesterona". Y la hematóloga, en el control de cada mes, siempre nos "regala" una orden para eco mimo (así le decimos las trombofílicas a esas ecografías que no tienen valor médico más que una caricia a nuestro miedo). Haciendo una eco cada 15 días (un golazo para cualquier embarazada infértil), podíamos tranquilamente hacer una eco en esta semana, la 15, y ver si ya era visible el nombre de nuestro pequeño/a.

Una semana estuve hablándole a la panza para lavarle el cerebro: te tenés que mover, te tenés que mover, te tenés que mover. En la última eco habíamos dado con una ecografista divina que estuvo un rato larguísimo enfocando al peque esperando que deje su postura piernas cruzadas, completamente dormido. 

El miércoles yo iba en el auto con toda una artillería (básicamente, una lata de caramelos de fruta bañados en azúcar). Llegamos unos minutos antes y buscamos un kiosco para comprar una Coca-Cola, que me tomé en un pestañeo porque se nos hacía tarde y, además, no me gusta. Nada podía fallar. El peque se iba a mover!


La ecografista, muy preocupada en medir el fémur, la circunferencia craneal y abdominal, y buscar por todos lados que no hubiera hematoma después de mi última incursión en la guardia. Nosotros parecía que sólo queríamos saber el sexo. Mi amorcito le dice "ahhhh sí, que no haya hematoma también es importante!". Desesperado el papi estaba. Nos pasa los datos de sus medidas, acordes exactas con la edad gestacional. Y un peso de 125 gramos. Por fin nuestro peque tenía peso!
Después de mirar un rato nos dice que no, que iba a ser complicado. Que la postura…

Y de pronto, como si hubiera recordado todas mis palabras mientras la acariciaba esta última semana, y le hubiera llegado todo el azúcar de los caramelos y la Coca al mismo tiempo, nuestra hermosa niña abrió sus piernas!!!

Torta con la que le dimos la noticia a los abuelos
No es que quisiéramos una niña. O que quisiéramos un niño. Creo que cualquiera que me lee entenderá que, francamente, el sexo de nuestro pequeño amor era lo de menos. Pero el saberlo fue de lo más emotivo. Salimos dos tortolitos que acababan de saber que el amor de su vida iba a ser Ella. Enamorados por completo de nuestra pequeña luchadora. 
Mientras esperábamos a que nos entreguen el DVD grabado, mi amor me dice mientras me besa: "se viene una vos". Y terminé por completo de derretirme. 

Sea como fuera que iba a ser, este momento de mi vida no puede ser más perfecto. Casi como si ya no tuviera miedos. Con un amor tan inmenso como no pensé que existiría. Por mi amor y por nuestra hija. Por mi pancita que crece y descubro, cada día, todavía incrédula. 

Y la torta por dentro! Juro que era super rosa personalmente, aunque cada uno que la vio en foto no lo notó.

lunes, 14 de marzo de 2016

Mi amiga, la del pegote


Todo había quedado como al principio. Después de aquel sangrado el día que empezábamos a reducir dosis de la medicación de la transferencia de nuestros embriones. A aguantarse 15 días más con la misma medicación hasta ver al obstetra. 
Un día antes de cumplir mis 15 hermosas semanitas de embarazo, ahí estábamos, sentaditos felices, esperando directivas. En un papelito empezó a anotar: hoy dejás el ronfase, el 21 quitás una progynova, y el 27 la otra, así definitivamente sacamos el estradiol.
Y me entrega el papelito, al que le faltaba, sin dudas, el motivo por el que estaba tan feliz sentadita enfrente. No, no iba a dejar la progesterona. Hay embarazos que la necesitan. Por ahí más adelante te bajo la dosis a dos. Y bla bla bla. 

Y sé, definitivamente, que es una tontería. Cuatro betaesperas soñé no tener que dejar la progesterona el día de la beta. Tanto supliqué por ello, que acá estoy, por lo menos hasta la semana 21 (y por lo que dijo nuestro obstetra, seguramente por el resto del embarazo, pero a mi me gusta ir pensando que hasta la semana 21 y después vemos) chupándome vía vaginal ese pegote horrendo. 

Insisto, sé que es una tontería estar angustiada por eso. Pero lo estoy. De hecho, tuve un fin de semana a pura bronca y llanto. Ya pasó. Ya lo asumí y pretendo en algún momento empezar a disfrutar esto, así que a mirar para otro lado y seguir pegoteándome toda. Pero seguir con progesterona significa mucho más que la incomodidad. Significa que sigo siendo infertil. Que mi cuerpo sigue sin poder, que nunca pudo. Que todo sigue siendo tan frágil como al principio. Y se "sostiene" gracias a los 15 medicamentos con los que me drogo por día, entre pastillas, óvulos, gotas e inyecciones.
Me he inyectado glóbulos blancos de mi marido sin ninguna seguridad de que funcionara (o, lo que es peor, de que no me hiciera daño eventual a futuro), no me jode tener que seguir poniéndome óvulos. Me pincho heparina en la panza todos los días, aunque cada vez sea más difícil encontrar el lugar y apretar un "rollo" cuando el bebé crece y la panza se hace más dura. De embarazo normal no tiene nada. Yo lo entiendo. Lo asumo. Así lo tengo que hacer y estoy feliz de poder estar viviéndolo. Sonrío con cada maldita inyección dolorosa porque eso significa que sigue teniendo un sentido. 
Pero dejar la progesterona me hacía sentir un poco más normal. Dejar de usar protector diario. Dormir con cola less. Hacer el amor cuando me plazca.
Pero, sin dudas, el mayor beneficio de dejar a mi amiga, la de pegote: dejar de tener miedo.



Pd: no hace falta que me levanten el ánimo, ya lo hizo mi peque solito, sólo por existir y crecer dentro mío. Si quiere progesterona, tendrá progesterona!!! 

miércoles, 2 de marzo de 2016

Para no olvidar


Juro que hace días pienso en escribir una entrada sobre algo hermoso que me estaba pasando. Más que bello, casi mágico! Hace poquito tiempo logré lo inimaginable: ir al baño sin ver la bombacha! Las que no han pasado por algún feo momento se creerán que esto es una gran joda, pero puedo asegurar que muchas me entenderán perfectamente sin que necesite explicarlo.
De hecho, hice un brindis con mi marido con juguito de naranja (mi gran aliado estos meses) festejando el primer día que me puse bombacha negra, y sin protector diario!!! Toda una loca! Incluso pude vivir por primera vez lo que se sentía levantarse de la cama y no girar como desquiciada a chequear la sábana.
Y con esa primera bombacha negra vinieron varias cosas más. Como comprarle algo al peque, recibir regalitos, empezar a ver por primera vez qué cornos es una cuna, catre, charriot, etc. (y, sobre todo, si entran en la habitación). Incluso estrenarme un hermoso vestidito negro marcando mi pancita en la primera reunión familiar y social post embarazo, y aceptar las felicitaciones de todos (momento increíble si los hay).

Justo al día siguiente de ese grandioso día, sentadita en mi casa trabajando un poco, con mi infaltable bombacha negra y muy feliz… Sangré. Rojo intenso. Otra vez. Más de un mes después del último incidente. Sin haber hecho NADA que lo justifique.
Como para no olvidar, ni por un segundo, que soy una infértil que logró embarazarse. Y punto. Que todo siempre es peligroso aunque no lo sea. Que la felicidad es demasiado cotidiana, de a horitas, ni siquiera de a días. 

Y te lo recuerdan los idiotas que te encontrás en las guardias, y cuando les decís que sangrás, que tenés trombofilia, y te preguntan cómo te embarazaste y ponen cara, y chequean tu edad en la hojita y ponen cara otra vez, y te mandan a hacer una eco como si te llevaran al matadero, mientras te dan el pésame con el tono de voz. Y cuando volvés con un eco divina en donde tu peque (ya no debería llamarlo más así porque sus medidas le dan más grande de lo que es) no se dejaba medir de lo gimnasta que se volvió, reaccionan sorprendidos con algo como "ahhh… no me esperaba una eco así!". Y te volvés a sentir una estúpida infeliz que es feliz porque no se da cuenta. Pero te vas con tu eco a tu casa, llamando a obstetra de alto riesgo y hematóloga y pasando el parte, y cambiando dosis, suspendiendo medicamentos, agregando otros. Y seguís siendo una infertil más que, aunque ya está de 13 semanas, todavía su cuerpo no tiene ni la más puta idea que hacer. 

Porque sí, había algo que festejaba este domingo, un día que tenía marcado en mi calendario de la heladera como majestuoso. Ese domingo feliz, bajaba la dosis de la progesterona y los dos tipos de estradiol distintos que tomo y chupo (vía vaginal) desde hace 13 semanas. Para que el próximo domingo ya no los tenga que usar más.
Y como mi cuerpo no entiende nada, o porque ya lo abusé demasiado pobrecito, o porque es muy tonto como siempre creímos médicos, especialistas y yo, sangré. Y volvimos con la dosis otra vez. Medio día me duró la felicidad de restar una progesterona y dos estradiol. Y me gané 15 días más (por ahora) de esas 8 pastillas por día. 

También me anuló un sueño que tengo desde el positivo: cumplir las 12 semanas e ir con mi amorcito unos días a la playa a mimar la panza y disfrutar por fin este embarazo. Unos días que iban a comenzar la próxima semana luego de las visitas de rigor a todos los médicos que llevan adelante esto. Ahora no, no quiero. Tengo miedo de manchar en medio de la nada. Tengo miedo de que me achiquen la dosis en medio. Y tampoco le puedo sumar romanticismo a esos días "por fin" juntos, cuando no podemos hacer nada de lo que, sin dudas, íbamos a disfrutar. Espero me entiendan. 

Así que acá me quedo, incubando la bronca de seguir siendo una infértil trombofílica hipotiroidea insulino resistente con natural killer elevadísimas. Pero disfrutando segundito a segundito que estoy embarazada.
Como le leí hoy a una hermosa amiga de blog y de panza (casi casi a la par!), "se hace lo que se puede en este camino de las angustias". La nube de felicidad en la que vivo a veces se vuelve gris (técnicamente roja), pero está. Poco pomposa, es cierto, medio desinflada. Pero juro que está. 

Panza de 12 semanas (salió una mañana de golpe!)