Tengo 40 años. No
puedo estar más sana. Y soy infértil.
Es muy loco esto de
estar enferma pero no estarlo. Tan cierto como que la infertilidad es la única
enfermedad que padecen dos personas.
Hace doce años me
enamoré de mi mejor amigo, y por suerte él también de mí. Y tempranamente, a la
semana de nuestro primer beso, lo supe. Él no iba a poder darme un hijo. Y lo
escribo así porque así fue como él me lo dijo. Porque eso era "algo que él
tenía que darme a mí". Y, por este motivo, no podíamos estar juntos. Sería
mejor que termináramos con lo nuestro incluso antes de que empezara. Total…
todavía no nos habíamos enamorado.
Pero, como soy muy
obstinada (y como me enamoré demasiado rápido) llegué a la sencilla conclusión de que entonces iba a ser yo la que
le dé un hijo a él. Porque estaba segura que con la mejor onda del mundo, iba a
poder. Yo tenía la confianza que a él le faltaba. Como si de confianza se tratara esto!
Desde ese día, no
nos separamos ni un segundo. Armamos un emprendimiento juntos, que primero era
una distracción entre clases de la facultad (que también cursábamos juntos)
para ser después, e incluso hoy en día, nuestro medio de subsistencia.
Primero se mudó conmigo a la casa de mi mamá, hasta que pudimos tener nuestro nidito de amor tan ansiado. Seguimos ampliando nuestros horizontes comerciales. Y así se nos pasaron los años, en los que nos "olvidamos" de lo importante. Y lo pongo así, entre comillas, porque, lógicamente, jamás nos olvidamos.
Primero se mudó conmigo a la casa de mi mamá, hasta que pudimos tener nuestro nidito de amor tan ansiado. Seguimos ampliando nuestros horizontes comerciales. Y así se nos pasaron los años, en los que nos "olvidamos" de lo importante. Y lo pongo así, entre comillas, porque, lógicamente, jamás nos olvidamos.
En alguna que otra
charla nocturna rodeada de buenas y muchas cervezas, nos dijimos que no
queríamos tener hijos. Esta era vida. Y viajar. Y ser "hippies" pero
con una buena casa, wifi y hd. Y que un hijo implicaba demasiadas
complicaciones. Mirá qué bien estamos ahora!
Jamás creímos eso.
Pero era mejor asumirlo así para no pasarnos la vida quejándonos por nuestra
mala suerte.
Un niño entre 17 millones nace con lo que nació mi marido.
Retomo.
Cuando
pudimos mudarnos juntos, surgió otra vez el pensamiento. Ahora ya teníamos un
hogar, estábamos mínimamente establecidos, ahora sí podíamos hacer el intento.
Si intentábamos, si calculábamos los días, y él hacía fuerza, y yo oprimía mis
músculos y "aspiraba", seguro alguno que otro iba a nadar hacia
adentro. Aunque ni lo viéramos ni nos diéramos cuenta… es bien sabido que en el
plasma seminal pre eyaculatorio alguno que otro se cuela.
Y entonces, le
escribí una carta. Le dije que ya podríamos hacer el esfuerzo. Que no importaba
si no tuviéramos la plata para mandarlo a una buena escuela. Que le iba a poner
toda la garra para que pase. Que yo sabía que los milagros eran posibles. Mirá cómo
nosotros dos tontos solitarios nos encontramos y nos enamoramos?!?!? Sería
lógico que pudiéramos tener algún tipo de gracia divina que nos ayudara una vez
más.
Y así, con todo ese empeño, agarramos unos días maravillosos de vacaciones solos (las primeras vacaciones berretas que en 8 años pudimos pagarnos) y, a los 14 días, yo estaba con el primer ATRASO en mi vida! Un milagroso atraso que me duró tres días. Guauuu!!!!!!! Tres días fue muchísimo más de lo que jamás había conseguido, y de lo que jamás conseguiría.
Hasta que me vino.
Lloré en el baño como una tonta, es que sí lo era, y me di cuenta en ese
momento. Y, cuando salí del baño, lo encaré al por entonces mi novio y le dije:
ya que pudimos vivir juntos, y que no tenemos en qué más gastar los pocos pesos
que tenemos ahorrados… casémonos!
Y pusimos fecha. Y
preparamos un casamiento espectacular y a pulmón (hasta con vestido, ramo,
tocado, ambientación, invitaciones, etc, etc, etc casero).
Y en la luna de
miel, en una noche preciosa del lugar más soñado donde yo era una princesa de
mis cuentos de hadas, y cenábamos en un fantástico restaurante que nunca
hubiéramos podido pagar de no ser por la ayuda de mis suegros, sin ningún
preámbulo, el amor de mi vida me dijo: "quiero tener un hijo, hagamos
algo".
Y lloré tanto! Nueve años y medio esperé que el amor de mi vida lo deseara así. Lo esperé en silencio, casi sin saber que lo esperaba. Pero en ese momento me di cuenta cuánto lo ansiaba, cuánto necesitaba que él quisiera dejar de ser lo que estuvo destinado a ser desde el vientre de su madre. Que no bastaba con aceptar la enfermedad, una enfermedad que no puede curarse porque el daño ya se hizo. Que necesitaba decirle a la enfermedad que se cagaba en ella. Que dejara sus prejuicios, y la mochilla de rocas que cargaba desde su infancia.
Y lloré tanto! Nueve años y medio esperé que el amor de mi vida lo deseara así. Lo esperé en silencio, casi sin saber que lo esperaba. Pero en ese momento me di cuenta cuánto lo ansiaba, cuánto necesitaba que él quisiera dejar de ser lo que estuvo destinado a ser desde el vientre de su madre. Que no bastaba con aceptar la enfermedad, una enfermedad que no puede curarse porque el daño ya se hizo. Que necesitaba decirle a la enfermedad que se cagaba en ella. Que dejara sus prejuicios, y la mochilla de rocas que cargaba desde su infancia.
Volvimos de la luna
de miel y empezamos con todo este despelote.
Pero, a diferencia
de todas las infértiles que adoro leer todas las noches desde ese entonces, nosotros estábamos felices. Porque no nos desayunamos con ninguna
noticia catastrófica. No esperamos meses, años, de tías coloradas que llegan
sin que las invitemos. Porque, aunque siempre ilusionada, la física directamente nos lo impedía. Nosotros siempre lo supimos. Tuvimos un NO por doce
años en mi caso, en el de mi marido por ya 32 años (sí, soy robadora de
cunas!).
Entonces, cada
visita al médico era estar más cerca de convertir lo imposible en posible. Cada
estudio era un paso más. Aunque mis miedos eran terribles. Por problemas
económicos estuve muchos años sin cobertura médica. Y, sumado a mi edad, no
sabía si tendría algún problema en el que nunca habíamos pensado porque total
no era importante.
Pero no, la suerte
fue grande. Yo estaba perfecta. Con un fsh no acorde con mi edad, un endometrio
precioso, unas trompas tan permeables como un paraguas de tul (unas trompas
que, por cierto, jamás voy a usar, qué ironía), ni un pequeño positivo de alguna bacteria
sin importancia. Tan sólo una mini elevación del tsh que me provoca un
hipotiroidismo subclínico que controlé enseguida. Doscientos estudios y todos
perfectos.
Mi marido, sólo un
estudio. Sólo un maldito fucking estudio y todo se complicó.
Las recurrentes
operaciones que tuvo en la zona para corregir su condición
congética, le dejaron
una importante secuela no visible. Cantidad, magnífica. Kruger, en el límite
entre normal y envidiable. Leucocitos, ph, viscosidad, y bla bla bla, más que
óptimo. Movilidad… 1%. De la A y de la B juntas. Vivos e inmóviles 80%.
Lo que era una
segura inseminación, porque según el urólogo que lo vio nacer y
conoce sus "cositas" más que yo: "sólo hay que hacer que tu
esperma llegue a ella", se transformó en un "ICSI de cabeza, mejor
que lo hagamos rápido y qué porcentaje de mierda".
Y acá estamos. Por mala suerte las cosas se complicaron para mi también. Y digo por suerte entre sonrisas cómplices con él, así sus culpas se sienten menores. Pero esa es otra historia que ya contaré.
Y, de pronto, ya no
me quejo por algún que otro dolor de cabeza. Ya no me baja la presión con la aguja con la que me quitaron sangre
un par de veces en mi vida, porque jamás estuve enferma de nada. Porque los controles
son semanales y ya aprendí a pensar en lo valedero de los motivos. Y pasé de impresionarme por hacerme una ecografía con la regla, a suplicarle a mi médico que me hiciera una histeroscopia.
Y, aunque me extendí
demasiado (tener poder de síntesis nunca estuvo entre mis virtudes), necesitaba contarles mi historia.
Ahora, en este
nuevo momento de mi vida, luego de doce años de asumir una realidad oscura que
me negaba la posiblidad de intentar lo que más ansío en el mundo, no puedo dejar de ver la vida con
optimismo. A pesar de los negativos y el dolor.
Porque siempre tuve el no, porque me enamoré de un infértil (o elegí hacerlo, vaya uno a saber!) y,
de esta manera, me convertí en infértil también yo.
Porque, al fin y al
cabo, infértiles somos todas nosotras, la que tiene ovarios poliquísticos,
endometriosis, trompas obstruidas, azoospermia, todas.
Lo que me llena de
optimismo es saber que siempre lo supe. Que no tuve que reponerme de una patada
en los ovarios cuando los resultados de un análisis me salieron como el culo.
Y eso me hace pensar que todos tomamos esto desde el lado equivocado: nosotras somos mamás, podemos serlo,
lo tenemos ahí cerquita, en la palma de la mano, y la puta suerte nos esquiva
todos los meses.
Los tratamientos son un puente, pero también son un endemoniado
obstáculo que hay que sortear para conseguir lo que se da de hecho que
merecemos. Por eso nos jode la realidad, y los malditos pinchazos, y los
embarazos ajenos. Porque a todas se les hace fácil, al punto de que con sólo
"relajarse y dejar de pensar en eso" les pasa y listo. Y nosotras no
tenemos otra que pasar por todo este calvario.
Porque nos convencemos toda la vida que es tan fácil como estornudar. Que a todos les pasa así, sin más que desearlo y disfrutar del amor con su pareja.
Y ese es el error. Eso es lo que tan equivocadamente nos enseñan desde chicas.
Porque nos convencemos toda la vida que es tan fácil como estornudar. Que a todos les pasa así, sin más que desearlo y disfrutar del amor con su pareja.
Y ese es el error. Eso es lo que tan equivocadamente nos enseñan desde chicas.
Tal vez sería mejor pensarlo al revés. Tener un hijo no es nuestra opción. Se nos fue negado, de por vida y para siempre. Y, mientras intentamos entender de qué carajos habla esta loca en el blog, y aprendemos a asumir ese NO gigantezco que tenemos tatuado en la frente, la medicina nos abre una puerta.
No podemos, no se olviden. Pero de pronto aparece una chance. De cambiar el destino. Sí, es un calvario,
y duele, y jode, y lastima. Y seguimos puteando la fucking suerte de las
embarazadas "sin casi buscarlo".
Pero no es nuestra
mala suerte la que nos puso en esto. Es nuestra buena suerte la que nos abre
una puerta para conseguir lo que de otra manera no podríamos.
Si querés enojarte, hacelo. Está bien. Tenés razón en enojarte, esto es una mierda.
Si querés enojarte, hacelo. Está bien. Tenés razón en enojarte, esto es una mierda.
Pero en algún momento vas a
tener que dejar de hacerlo. Y agradecer que la vida te llevó hasta donde estás.
Que existen las ia, las fiv, las icsis, las ovos, las iad. Que tenés la posibilidad. Que sos fuerte. Que el amor es fuerte. Y que, por suerte, el amor todo lo hace posible.
Así que pataleá, puteá, sacate la bronca, pinchá muñequitos vuduú contra las que se embarazan por que el marido les sopló las orejas. Levantá la cabeza. Y agradecé a la puta suerte que te puso a la medicina adelante para cambiar nuestro destino infertil.
Sólo puedo decir... IMPRESIONANTE
ResponderEliminarEs una historia preciosa, con sus baches y caídas, pero preciosa. Me encanta tu actitud ante esta vida, no la pierdad nunca!
Un abrazo fuerte