Ya podría estar
inyectándome.
Pero no. En mi país,
las leyes se hicieron para quebrarlas. Por eso hace dos años existe una ley que
las obras sociales y prepagas se niegan a cumplir, o en la mayoría de los casos
cumplen a medias.
Y no sólo tenemos
que luchar contra el esperma de marido que espera congeladito en un tubo
después de una biopsia, contra mis ovarios multifoliculares que me dejan
horriblemente hiperestimulada, contra la glucosa e insulina que se me disparan
ante la primer hormona, contra la trombofilia hereditaria y también la
adquirida que me provocan fallo de implantación por mala irrigación uterina,
contra mis problemas alloinmunes que rechazan al embrión por tener genética
ajena a mí, y mis malditas natural killer elevadas.
No. También tengo
que luchar contra la prepaga a la que le pago (como su nombre lo indica) un
pequeño dineral todos los meses para que me dé una "mejor" salud que
el paupérrimo sistema público. Para que cumpla con la ley de fertilidad que me
asegura cobertura INTEGRAL, al 100% de todos los estudios, medicación,
tratamiento, criopreservación y transferencias embrionarias. Cobertura INTEGRAL
que para ellos sólo se refiere a tratamiento y 40% de la medicación. Nada más.
Ni estudios especiales, como el test de túnel para medir la fragmentación del
adn del esperma de mi marido porque total, los abortos después los tengo yo. Ni
medicación, como la heparina para anticoagular mi sangre y que no me agarre una
trombosis en plena estimulación porque el tratamiento es un riesgo para mi
salud. Ni congelación ni transferencias futuras. Deben de suponer que deberían
de transferirme juntos los 15 embriones que hago por ciclo.
Y también tengo que
luchar contra la Superintendencia de Servicios de Salud, el organismo
gubernamental creado para defender los derechos de los usuarios de servicios de
salud, el organismo que tiene que defenderme a mi. Que me toma amablemente el
reclamo e intima a la prepaga a cumplir. Pero como no tienen ningún valor
ejecutor, solamente le pone una multa por incumplimiento, que a las empresas
les conviene pagar antes que pagarme a mí lo que corresponde.
Entonces sólo me
queda intentar cruzarme con una persona amable que intente adelantar las
autorizaciones para que mis ciclos no se sigan perdiendo. O recurrir a pagarle
fortunas a un abogado para que realice un recurso de amparo que va a salir
SEGURO a mi favor, después de una semana o cuatro meses (total da lo mismo
porque a la que se le siguen avejentando los huevitos es a mí). Y pagarle
fortunas para que me recupere una parte de la fortuna que estos hijos de puta
me deben. Así que termino poniendo igual un dineral, simplemente para que las
leyes se cumplan.
Algo tan básico.
Ya podría estar
inyectándome. Imaginando cómo los folículos se pelean dentro de mis ya
exprimidísimos ovarios inflamados como dos sandías. Pensando que ahí dentro
estará la mitad de mi futuro hijo. Y que esta vez va a servir. Que se va a
quedar. Que mi cuerpo no lo va a destruir. Que toda la artillería de
medicamentos y prácticas que mis médicos prepararon todos estos meses para mí,
va por fin a ser la solución.
Entusiasmada. Feliz
de que por fin haya llegado el día, en el calendario de días que taché durante
tantos meses. Después de un doloroso abril y cinco meses de tratamiento
inmunomodulador dándome unas dolorosísimas vacunas experimentales como último
recurso de la última posibilidad que me queda de intentarlo.
Pero sólo estoy
menstruando.
Como cualquier otra tonta y tristísima regla más.