Arrancó totalmente
inmóvil.
29 de diciembre de
2015.
Me desperté bien, no
podría decir que feliz, pero sí tranquila. Y eso era un paso gigantesco.
Quise ir al mismo
laboratorio pero otra sucursal, porque el que tengo a pocas cuadras de mi casa
es un horror. Me queda comodísimo pero… la chica que hace las extracciones,
además de tener poco pulso, es muyyyy desubicada. La última beta me la hice
ahí, y mientras me sacaba sangre me contaba que hacía un ratito le había hecho
la beta a otra chica que le dijo que se moría si estaba embarazada. Y me lo
contó después de que le expliqué el motivo de mi beta. Era necesario?
Salí casi desmayada
del veneno.
Y nunca más.
Pero, como es uno de
los mejores laboratorios, y me niego a hacérmelo en mi clínica porque mi médico
es muy malo para dar malas noticias, se me ocurrió esa tonta idea.
Así que nos fuimos.
Dos tubos de sangre y a la espera. (Sí, dos tubos, por qué? No era suficiente
la tortura?!?!?!).
17hs. Que? Me estás
jodiendo!!!!!!!! Si otras veces tuve el resultado a las 14hs!!!!!!!!
Nos fuimos a nuestra
pastelería orgánica favorita, la de "este tratamiento", a desayunar.
Y a casa. A esperar.
Yo tenía la esperanza que las 17 fueran "una manera de decir". Así
que me pasé el resto del día (más desde las 14hs) sentada en la compu dando
refresh a la web del laboratorio. La vez anterior la habían colgado media hora
antes. Y eso que había sido mucho más temprano.
Hasta tuve que tomar
el estradiol y ponerme el óvulo de las cuatro de la tarde. Nunca me había
pasado. Y me parecía una tortura. Nos acostamos a ver una serie. Y mi amorcito
toda la hora con su manito en mi panza.
No digo que ya lo
sabíamos. Pero en esta espera había algo distinto.
Yo soy precavida.
Odiaba la idea de entusiasmarnos y rebotar otra vez contra la pared. Pero ya
había tenido betaesperas en plan precaución, y habían dolido como la reputisima
madre igual. Así que en esta sólo deje que fluya. Miedos, angustias, ilusiones.
Lo que fuera. No quería quedarme con la sensación de haber desconfiado de mis
peques o de mi cuerpo.
Mi mamá y mi cuñada
me preguntaban por mensajito para cuando. Y les mentí que a las 19hs.
Necesitaba un tiempo para asimilar el resultado.
Y a la 17, ni un
segundo antes, ahí estaba. Ya habían cargado el resultado. A punto de clickear
en él, le digo a mi marido "no quiero". Y apreté. Con fuerzas, con
pánico.
Me quedé inmóvil
viendo la pantalla. Mi amor comenzó a gritar Si Si Si Si Si Si Si Si. Sólo
gritaba eso y me agarraba.
Yo vi 411,7.
Y lo escuchaba
gritar a él. Y volví a mirar. Por un momento mis ojos, o mi mente, o mis
miedos, vieron la coma en otro lado. Pero no. Eran 411,7. Y mi marido gritaba
Si Si Si Si…….
Y empecé a llorar.
Me agarraba la cara y lloraba. De locura. De desesperación. De desahogo. Como
nunca en mi vida. Con todo ese llanto que me faltó en todos estos años porque
necesitaba seguir peleándola y no podía derrumbarme tanto.
Mi amor empezó a
tranquilizarme. Mientras repetía como un psicótico que sí, pero ahora le
agregaba frases un poco más completas como "tenía que ser".
Nos besamos. Como
nunca en nuestra vida. Y saludamos a nuestro/s peque/s en mi pancita.
Me dio el teléfono
para llamar a mi doctor. Yo no podía. Me temblaba todo. Pero quería. Tanto
había querido esto. Tanto había imaginado este llamado.
Me atendió. Le dije
que bueno… que hoy era mi beta… Y me respondió preocupado "te la hiciste
acá?" (porque a veces no le avisan y no es muy agradable). No no, le
contesté, tengo el resultado. Y mientras él me dice, con la voz de dar el
pésame que tanto conozco "y qué te dio?" yo le digo al mismo tiempo
"411".
Y un silencio
grande.
"411 te
dio?!?!?!?!" me dijo alzando la voz. Y comenzó a reír, a felicitarme, a
felicitar a mi marido.
Le digo que qué hago
ahora, que ya sé lo que hacer cuando es negativo, pero ahora no tengo ni idea,
mientras se nota que me tiembla la voz y lloro de la emoción. Y se ríe, me dice
que haga lo mismo que hice hasta ahora que, evidentemente, hice las cosas bien.
Que me relaje, que festeje el fin de año, que brinde, que disfrute el fin de
semana, que el martes me repita la beta.
Le contesto
"recién el martes?" (es decir, una semana más?!?!). Me reta (ya les
conté que siempre me reta) diciéndome que no sea ansiosa, que el número es muy
bueno. Que festeje. Que siga con el ronfase vía vaginal extra que me agregó en
Navidad por ese sangrado rojo que, ahora definitivamente podemos comprobar, era
de implantación. (sí, existe!!!!!).
Y me dice, antes de
cortar, cuando nos despedíamos y yo ya acababa de caer por completo y
necesitaba cortar el teléfono porque no daba más de la emoción.
"El que
persevera triunfa. Viste que lo íbamos a conseguir?".
Todavía me sigue
repitiendo esa frase en mi cabeza. El jamás se rindió con nosotros.
Y entonces pienso en
contarles a mis compañeras de lucha. Tenía la idea de la noche anterior,
mientras no podía dormirme y pensaba cómo darles la noticia en vez de pensar
qué hacer esta vez si era negativo.
Tomo un delineador
negro y me escribo en la panza machucada de heparina, el número. Lo había
imaginado y soñado tanto. No podía creerlo.
Y ahí llamar a la
hematóloga. La mía, de vacaciones, así que al celular de otra hematóloga de su
equipo. Y me pregunta: "llegás antes de las 18,30hs.? Porque mañana no
vengo". Y salimos volando. Más en una nube que por velocidad, pero volando
al fin.
En la recepción de
la hematóloga nos pusimos a charlar con la secretaria y le conté de la cantidad
de tratamientos y por fin mi positivo, para explicar por qué estábamos tan
estúpidos. Mientras, mi marido se fue a un cajero a sacar plata porque nos
habíamos ido sin un peso y no teníamos para pagar la consulta.
Me senté en la sala
de espera, aquella en la que esperé horas y horas una respuesta, o por lo
menos, la imaginación suficiente para intentar encontrarla. Y todos en la sala
de espera me sonrieron, habiendo escuchado mis comentarios con la secretaria.
Ahí estaba yo. Y el
mundo volvió a girar otra vez.
Me llamó la
hematóloga. Un amor de persona. Me empezó a hacer los papeles para presentar a
la prepaga y en eso volvió mi marido.
Por ahora me dejó la
misma dosis de heparina. Hasta el próximo lunes a hacer control de heparinemia.
Y el martes cita con ella de nuevo para ver los resultados y saber cómo
seguimos. Extremar cuidados. Ojo las escaleras (vivo en segundo piso x escalera
y mi dormitorio está un piso más arriba, y el lavadero otro más! Uffffff).
"Un pie le pide permiso al otro". Ordenes para presentar.
Aclaración: la
heparina es un medicamento CARISIMO. Que sólo se incluye en el embarazo, dentro
del PMI (Plan Materno Infantil) que existe en Argentina y que hace que tengas
todos los medicamentos necesarios para tu embarazo, gratuitos.
Recetas con el
Urgente. Y certificado de embarazo. Puso la fecha de mi última menstruación, 25
de noviembre. Calculó unos días teniendo en cuenta que, para tratamiento, las
fechas no son tan reales. Y… fecha probable de parto 3/9/2016.
Chan!
De ahí nos fuimos
hasta la casa de mi mamá. Le mandé un par de mensajitos para asegurarme que
estuviera en su casa. Mis suegros no están. Se fueron a pasar Año Nuevo a la
costa con su otro hijo y su familia.
El camino es largo.
Ahí estaba mi
viejita linda, cortando el pasto del jardín de adelante mientras mis sobrinos
andaban en patineta por la calle. Estacioné el auto y bajé. Mi mamá inmóvil
viendo, primero el auto y después a mí. Y me hace que sí con la cabeza. Con
tanto miedo! Y le digo que sí, y la abrazo fuerte. Y lloramos.
Ni mi mamá ni yo
lloramos. Nunca. Somos de "esa clase de gente". Pero ese día
lloramos. El mundo otra vez volvió a girar.
Después apareció mi
hermana y se lo contamos. Mis sobrinos. Y mandé un whats app al grupo familiar
con mis hermanos y el resto de sobrinos que también estaban en la costa. Una
fotito de las manos de mi amor y mía en mi panza. Y un texto que decía "por
fin llegó nuestro regalito de Navidad".
Al momento llamó mi
hermano. Lloró de la emoción. Y mi cuñada. Y la llamada a mis suegros. Y todos
saludando. Mi mamá abriendo una sidra sin alcohol y un pan dulce y brindando.
Llegamos a casa. Me
bañé. Cenamos. Y nos fuimos a acostar porque estábamos destrozados.
Ya en la cama, con
la músiquita de relajación que le ponemos todas las noches a los peques para
mimarlos un poco…
Nos miramos a los
ojos. El regalito de Navidad que les compramos. Las frasecitas positivas que
escribimos y colgamos por todos lados. La caja de heparina en la mesa de luz. Y
todas las postales dedicadas, estampitas y cartitas que yo fui acumulando a lo largo
de este tiempo.
Y por fin, después
de tanto tiempo, definitivamente, el mundo volvió a girar!