jueves, 31 de marzo de 2016

Outlet


Vivimos cerca, cerquísima, de la fábrica de Sorvo (1)

(1) Sorvo es una antiquísima y muy afamada fábrica de pañales de tela, que ahora hace ropa muy bonita con uno de los mejores algodones del mundo. (y ojo que no cobro comisión, lo juro!!!). Los pañales que yo usaba de baby eran Sorvo. (sí, así de vieja soy!!!)

Desde que soñamos ser papás, allá por el siglo pasado, siempre que paso por la puerta de la fábrica, y paso seguido, sueño con el día en el que vayamos a comprarle el primer enterito. De hecho, semana 11 (una semana antes de lo "permitido" porque somos gente rara) fuimos a comprarle el primer conjuntito a nuestra hijita.
Y la peque ya recibió unos cuantos regalitos de aquí y de allá.

Pero hace una semana hicimos algo que para mí fue trascendental, por más tonto que parezca.
Fuimos a la fábrica a comprar un par de ositos para usar de pijamita, de outlet, 2 x tantos $. De uno de los tantos percheros de oferta. Por cierto, la data es buena, tiene unas ofertas increíbles!!!
Y salí más feliz que con el resto de las cosas bonitas que compramos o nos regalaron.

Tengo un por qué muy sencillo.
Mi amorcito y yo tenemos 12 sobrinos. Hace muchos años compro ropa de bebé constantemente, varias veces por mes, en regalos de Navidad, día del niño, etc. Digamos, estoy muy acostumbrada a ir a una bonita casa de chicos y elegir ropita preciosa para mis sobris.

Outlet no. Ropa de outlet no regalás, porque no tiene cambio. Ropa de outlet solamente le comprás a tu hijo.
Y eso hicimos. Compramos por primera vez en un outlet de bebé para nuestra hija.
Así de relativa y simple es la felicidad de una infértil embarazada. 


domingo, 20 de marzo de 2016

Ella


Calculamos y calculamos, y nos dimos cuenta que, literal, nos sobraba una orden para ecografía. El motivo: el obstetra nos dio la orden para el scan fetal a partir de la semana 20, y nos agregó otra ecografía más porque le di lástima con mi cara de "me tengo que seguir fumando la progesterona". Y la hematóloga, en el control de cada mes, siempre nos "regala" una orden para eco mimo (así le decimos las trombofílicas a esas ecografías que no tienen valor médico más que una caricia a nuestro miedo). Haciendo una eco cada 15 días (un golazo para cualquier embarazada infértil), podíamos tranquilamente hacer una eco en esta semana, la 15, y ver si ya era visible el nombre de nuestro pequeño/a.

Una semana estuve hablándole a la panza para lavarle el cerebro: te tenés que mover, te tenés que mover, te tenés que mover. En la última eco habíamos dado con una ecografista divina que estuvo un rato larguísimo enfocando al peque esperando que deje su postura piernas cruzadas, completamente dormido. 

El miércoles yo iba en el auto con toda una artillería (básicamente, una lata de caramelos de fruta bañados en azúcar). Llegamos unos minutos antes y buscamos un kiosco para comprar una Coca-Cola, que me tomé en un pestañeo porque se nos hacía tarde y, además, no me gusta. Nada podía fallar. El peque se iba a mover!


La ecografista, muy preocupada en medir el fémur, la circunferencia craneal y abdominal, y buscar por todos lados que no hubiera hematoma después de mi última incursión en la guardia. Nosotros parecía que sólo queríamos saber el sexo. Mi amorcito le dice "ahhhh sí, que no haya hematoma también es importante!". Desesperado el papi estaba. Nos pasa los datos de sus medidas, acordes exactas con la edad gestacional. Y un peso de 125 gramos. Por fin nuestro peque tenía peso!
Después de mirar un rato nos dice que no, que iba a ser complicado. Que la postura…

Y de pronto, como si hubiera recordado todas mis palabras mientras la acariciaba esta última semana, y le hubiera llegado todo el azúcar de los caramelos y la Coca al mismo tiempo, nuestra hermosa niña abrió sus piernas!!!

Torta con la que le dimos la noticia a los abuelos
No es que quisiéramos una niña. O que quisiéramos un niño. Creo que cualquiera que me lee entenderá que, francamente, el sexo de nuestro pequeño amor era lo de menos. Pero el saberlo fue de lo más emotivo. Salimos dos tortolitos que acababan de saber que el amor de su vida iba a ser Ella. Enamorados por completo de nuestra pequeña luchadora. 
Mientras esperábamos a que nos entreguen el DVD grabado, mi amor me dice mientras me besa: "se viene una vos". Y terminé por completo de derretirme. 

Sea como fuera que iba a ser, este momento de mi vida no puede ser más perfecto. Casi como si ya no tuviera miedos. Con un amor tan inmenso como no pensé que existiría. Por mi amor y por nuestra hija. Por mi pancita que crece y descubro, cada día, todavía incrédula. 

Y la torta por dentro! Juro que era super rosa personalmente, aunque cada uno que la vio en foto no lo notó.

lunes, 14 de marzo de 2016

Mi amiga, la del pegote


Todo había quedado como al principio. Después de aquel sangrado el día que empezábamos a reducir dosis de la medicación de la transferencia de nuestros embriones. A aguantarse 15 días más con la misma medicación hasta ver al obstetra. 
Un día antes de cumplir mis 15 hermosas semanitas de embarazo, ahí estábamos, sentaditos felices, esperando directivas. En un papelito empezó a anotar: hoy dejás el ronfase, el 21 quitás una progynova, y el 27 la otra, así definitivamente sacamos el estradiol.
Y me entrega el papelito, al que le faltaba, sin dudas, el motivo por el que estaba tan feliz sentadita enfrente. No, no iba a dejar la progesterona. Hay embarazos que la necesitan. Por ahí más adelante te bajo la dosis a dos. Y bla bla bla. 

Y sé, definitivamente, que es una tontería. Cuatro betaesperas soñé no tener que dejar la progesterona el día de la beta. Tanto supliqué por ello, que acá estoy, por lo menos hasta la semana 21 (y por lo que dijo nuestro obstetra, seguramente por el resto del embarazo, pero a mi me gusta ir pensando que hasta la semana 21 y después vemos) chupándome vía vaginal ese pegote horrendo. 

Insisto, sé que es una tontería estar angustiada por eso. Pero lo estoy. De hecho, tuve un fin de semana a pura bronca y llanto. Ya pasó. Ya lo asumí y pretendo en algún momento empezar a disfrutar esto, así que a mirar para otro lado y seguir pegoteándome toda. Pero seguir con progesterona significa mucho más que la incomodidad. Significa que sigo siendo infertil. Que mi cuerpo sigue sin poder, que nunca pudo. Que todo sigue siendo tan frágil como al principio. Y se "sostiene" gracias a los 15 medicamentos con los que me drogo por día, entre pastillas, óvulos, gotas e inyecciones.
Me he inyectado glóbulos blancos de mi marido sin ninguna seguridad de que funcionara (o, lo que es peor, de que no me hiciera daño eventual a futuro), no me jode tener que seguir poniéndome óvulos. Me pincho heparina en la panza todos los días, aunque cada vez sea más difícil encontrar el lugar y apretar un "rollo" cuando el bebé crece y la panza se hace más dura. De embarazo normal no tiene nada. Yo lo entiendo. Lo asumo. Así lo tengo que hacer y estoy feliz de poder estar viviéndolo. Sonrío con cada maldita inyección dolorosa porque eso significa que sigue teniendo un sentido. 
Pero dejar la progesterona me hacía sentir un poco más normal. Dejar de usar protector diario. Dormir con cola less. Hacer el amor cuando me plazca.
Pero, sin dudas, el mayor beneficio de dejar a mi amiga, la de pegote: dejar de tener miedo.



Pd: no hace falta que me levanten el ánimo, ya lo hizo mi peque solito, sólo por existir y crecer dentro mío. Si quiere progesterona, tendrá progesterona!!! 

miércoles, 2 de marzo de 2016

Para no olvidar


Juro que hace días pienso en escribir una entrada sobre algo hermoso que me estaba pasando. Más que bello, casi mágico! Hace poquito tiempo logré lo inimaginable: ir al baño sin ver la bombacha! Las que no han pasado por algún feo momento se creerán que esto es una gran joda, pero puedo asegurar que muchas me entenderán perfectamente sin que necesite explicarlo.
De hecho, hice un brindis con mi marido con juguito de naranja (mi gran aliado estos meses) festejando el primer día que me puse bombacha negra, y sin protector diario!!! Toda una loca! Incluso pude vivir por primera vez lo que se sentía levantarse de la cama y no girar como desquiciada a chequear la sábana.
Y con esa primera bombacha negra vinieron varias cosas más. Como comprarle algo al peque, recibir regalitos, empezar a ver por primera vez qué cornos es una cuna, catre, charriot, etc. (y, sobre todo, si entran en la habitación). Incluso estrenarme un hermoso vestidito negro marcando mi pancita en la primera reunión familiar y social post embarazo, y aceptar las felicitaciones de todos (momento increíble si los hay).

Justo al día siguiente de ese grandioso día, sentadita en mi casa trabajando un poco, con mi infaltable bombacha negra y muy feliz… Sangré. Rojo intenso. Otra vez. Más de un mes después del último incidente. Sin haber hecho NADA que lo justifique.
Como para no olvidar, ni por un segundo, que soy una infértil que logró embarazarse. Y punto. Que todo siempre es peligroso aunque no lo sea. Que la felicidad es demasiado cotidiana, de a horitas, ni siquiera de a días. 

Y te lo recuerdan los idiotas que te encontrás en las guardias, y cuando les decís que sangrás, que tenés trombofilia, y te preguntan cómo te embarazaste y ponen cara, y chequean tu edad en la hojita y ponen cara otra vez, y te mandan a hacer una eco como si te llevaran al matadero, mientras te dan el pésame con el tono de voz. Y cuando volvés con un eco divina en donde tu peque (ya no debería llamarlo más así porque sus medidas le dan más grande de lo que es) no se dejaba medir de lo gimnasta que se volvió, reaccionan sorprendidos con algo como "ahhh… no me esperaba una eco así!". Y te volvés a sentir una estúpida infeliz que es feliz porque no se da cuenta. Pero te vas con tu eco a tu casa, llamando a obstetra de alto riesgo y hematóloga y pasando el parte, y cambiando dosis, suspendiendo medicamentos, agregando otros. Y seguís siendo una infertil más que, aunque ya está de 13 semanas, todavía su cuerpo no tiene ni la más puta idea que hacer. 

Porque sí, había algo que festejaba este domingo, un día que tenía marcado en mi calendario de la heladera como majestuoso. Ese domingo feliz, bajaba la dosis de la progesterona y los dos tipos de estradiol distintos que tomo y chupo (vía vaginal) desde hace 13 semanas. Para que el próximo domingo ya no los tenga que usar más.
Y como mi cuerpo no entiende nada, o porque ya lo abusé demasiado pobrecito, o porque es muy tonto como siempre creímos médicos, especialistas y yo, sangré. Y volvimos con la dosis otra vez. Medio día me duró la felicidad de restar una progesterona y dos estradiol. Y me gané 15 días más (por ahora) de esas 8 pastillas por día. 

También me anuló un sueño que tengo desde el positivo: cumplir las 12 semanas e ir con mi amorcito unos días a la playa a mimar la panza y disfrutar por fin este embarazo. Unos días que iban a comenzar la próxima semana luego de las visitas de rigor a todos los médicos que llevan adelante esto. Ahora no, no quiero. Tengo miedo de manchar en medio de la nada. Tengo miedo de que me achiquen la dosis en medio. Y tampoco le puedo sumar romanticismo a esos días "por fin" juntos, cuando no podemos hacer nada de lo que, sin dudas, íbamos a disfrutar. Espero me entiendan. 

Así que acá me quedo, incubando la bronca de seguir siendo una infértil trombofílica hipotiroidea insulino resistente con natural killer elevadísimas. Pero disfrutando segundito a segundito que estoy embarazada.
Como le leí hoy a una hermosa amiga de blog y de panza (casi casi a la par!), "se hace lo que se puede en este camino de las angustias". La nube de felicidad en la que vivo a veces se vuelve gris (técnicamente roja), pero está. Poco pomposa, es cierto, medio desinflada. Pero juro que está. 

Panza de 12 semanas (salió una mañana de golpe!)

sábado, 20 de febrero de 2016

La ecografía que no vamos a hacer


Hoy, sábado 20 de febrero, por fin llegué a uno de los días que tanto soñé. Increíble y mágicamente, cumplimos mi amor, mi bebé y yo, 12 semanas! Como un preso tachando los días en la pared. Como si ahora sí debiera de creer que todo va a estar bien.
Nada cambia para nosotros en estas 12 semanas. Regalo ya le compramos hace rato. Tuvo su primer regalo en Navidad, cuando faltaba todavía una semana para la beta. Aunque debo de confesar que tuvo su primer regalo como "nuestro hijo" (como como este, nuestro hijo), el día de nuestra primer transferencia, allá hace dos años y medio. Creo poco en la mala suerte (como también creo poco en la buena), y sentir que tenía vida dentro a la que obsequiarle un regalo siempre me pareció algo maravilloso. Porque cada uno de esos pequeñitos que tuve conmigo, y que no pudieron quedarse, sé que se sintieron queridos y bienvenidos siempre. 
En fin, al punto. Lo de hacerlo público es algo que pasó hace rato. Básicamente porque toda la gente que queremos sabe de primera o segunda fuente nuestra lucha. Y, así como son aptos para las malas noticias, también tuvieron que saber por fin la buena ni bien la supimos nosotros. Insisto, no soy de darle mucha bola a la mala suerte. 

Y si hay un buen motivo por el que las parejas desean llegar a estas benditas 12 semanas, es la famosa ecografía de translucencia nucal, la cariñosamente llamada TN. Ecografía que no vamos a hacer. Y paso a explicarlo.
Desde que tuve la idea de ser madre, y leí y aprendí un poco sobre el tema, tuve en claro (y mi marido no pudo estar más de acuerdo) que no íbamos a hacernos la Amiocentesis o bien la Punción de Vellocidades Coriónicas. Es decir, no íbamos a poner en riesgo nuestro embarazo. Sin importar el motivo. Bajo ningún concepto. Muchos me van a responder que el riesgo es bajo. También eran bajas las chances de que nosotros dos pudiéramos tener un hijo y acá me ven, cumpliendo 12 semanas. Sin ofender, me cago en las bajas chances. Son chances y punto. No me  rompí y me sigo rompiendo todos los días el traste (o la panza más bien) inyectándome cosas dolorosas, ni hice estudios horribles, ni me pincharon 50 veces donde no deberían, para saber si mi bebé tiene algún problema que yo no puedo cambiar, y arriesgar su vida sólo por curiosidad.
Vuelvo a repetir, tal vez alguien se sienta ofendido por esto. Pero este tipo de pruebas sólo sirve para dos cosas: para terminar un embarazo de un niño "no perfecto", o para que los padres lo sepan, es decir: curiosidad. 

Si no estamos de acuerdo en realizar la punción, qué sentido tiene realizar la TN? Que me digan la probabilidad que tiene mi bebé de tener un problema cromosómico. Para qué quiero saber una probabilidad. Lo importante es del lado en que me encuentre, no la chance que tengo. Uno en cien es lo mismo que uno en un millón, si sos ese uno, no?
Y, por poner un ejemplo, supongamos que la TN da un riesgo de 1 en 200 de síndrome de down. Por ser un riesgo alto, me recomiendan hacer la amiocentesis, que tiene un riesgo de 1 a 2% de aborto (en las webs dicen que es mucho menor pero en la autorización que firmás antes de hacerla, hablan de un 2%). Es decir que tengo cuatro veces más probabilidades de abortar un niño sano con la punción, que de tener un niño con síndrome de down. 

Mucho leí. Y, por las dudas, también pregunté a obstetras si la TN tenía alguna otra utilidad para nosotros. Conocer algún otro problema que pudiera solucionarse, algo a tener en cuenta. Y no, solamente es lo que tan claro nos dicen y no nos ponemos a escuchar realmente. Porque vamos a ser sinceros, los obstetras mandan esta prueba como de rutina, sin explicarle a los padres la verdadera utilidad o, lo que es peor, sin hacerles cuestionar qué harían después con esa información pronostica. Para decirlo sencillo, si no estás dispuesto a terminar un embarazo porque tu hijo tiene un problema cromosómico, de qué te sirve saber que podría tenerlo? Si el problema es realmente grave, te vas a enterar, en la simple ecografía de la semana 12, en cualquier otra ecografía normal, o, como mucho, en el scan fetal en donde realmente se estudian y conocen todos los detalles de tu bebé y te permite prepararte psicológica, física, y médicamente para hacerle frente a alguna situación. Pero creeme que te vas a enterar, con la verdad, no con estadísticas.

En el tiempo que hace que estoy embarazada, todos me preguntaron cuándo me hacía la TN. Y frente a mi respuesta, tuve dos reacciones muy opuestas. Las personas que me dijeron que era una genial idea, que ellas la pasaron pésimo, que no querían hacérselas pero el médico se las mandó, de alguna conocida que le había salido mal y sólo fue un mal susto, o de alguna conocida que le había salido bien y su bebé después tenía problemas. Y el otro grupo, bueno… me dijeron qué cómo podía ser, que era importantísimo, que no era invasivo ni nada, que no le hacía mal al bebé… Una serie de tonterías que demuestran, una vez más, el desconocimiento enorme que hay sobre esta prueba.
No cuestiono las decisiones de nadie. Pero no puedo más que preguntarme si todos los que se hacen este estudio tienen la misma cantidad de motivos que yo tengo para no hacerlo.

Necesitaba escribir esta entrada porque (como ya saben que soy una psico) busqué mucho en la web sobre alguna postura similar y me costó dar con un par de ellas desperdigadas por ahí. Y siento que tal vez se habla poco, y se sabe menos. Mucho se habla del parto respetado pero debería incluírse también el embarazo respetado. Dar a las embarazadas la informacion necesaria como para que decidan qué estudios y decisiones quieren tomar con respecto a los mismos.

Fui con miedo a hablar con nuestro obstetra. Si bien estaba convencida de no querer hacerla, necesitaba que fuera abierto en el tema, entendiera mi punto y, sobre todo, no generar una mala energía con la persona a quien le confío lo más importante de mi vida. Obvio que yo no iba a hacerla. Pero no es lo mismo imponer que charlar, no?
Y después de preguntarle si tenía otra utilidad, y comprobar que no, le expliqué que, fuera como fuera el resultado no íbamos a realizar pruebas invasivas. Entonces me parecía más lógico directamente no agregarle más stress y nervios a un embarazo que me costó mucho. Que si salía bien no me iba a decir nada (porque sabemos que problemas puede tener miles, y todos los que no sean cromosómicos, no detectables con esta prueba) y si salía mal sólo iba a continuar el resto del embarazo con mucha angustia. Lo pensó un rato. Al tiempo nos preguntó si, fuera como fuera, íbamos a continuar con el embarazo (cosa que demostró lo que tanto sospechaba y es que el aborto por estos problemas es más normal de lo que mi corazón quiere creer). Y frente a nuestro sí rotundo, nos dijo que le parecía perfecto, que sólo eran probabilidades y que era súper entendible nuestra postura.

Fin del tema. El lunes, festejando nuestras 12 semanas y 2 días, lo vamos a ver al pequeñito, moverse y nadar como un campeón, en una ecografía común y corriente, donde chequearán que todo en él esté bien, y donde disfrutemos una vez más de sus volteretas, sus patitas de rana, su bailecito, y su corazón latir hermosamente.
Sólo eso importa.

jueves, 11 de febrero de 2016

Mutar

Eso es lo que debería, y no puedo hacer.
Por eso tanto silencio.
 Porque intento estar, sentirme, disfrutar, vivir, por fin respirar… embarazada. Pero sigo siendo una tonta infértil buscándole el pelo al huevo. Aunque a veces juro que el pelo estaba!
Hoy tengo 10+4 (que en idioma "persona embarazada" quiere decir: diez semanas, cuatro días) (lo aclaro porque me costó entender algo tan tonto y básico como eso).

Y pasé unos días terribles.
Los manchados siguieron. Siempre presentes. A veces marroncitos, a veces apenas rosados. Dos veces más rojos. Esas dos veces corriendo a la guardia con el corazón en una mano y la otra sobre mi pancita, rezando a mil por hora, oraciones que ni sabía que sabía.
La última vez, con algunos coágulos. Llorando a gritos en el baño de mi casa. Hurgando dentro de ellos, esperando no encontrar nada. Aplastándolos uno a uno. Sintiendo que la vida se me iba.
Pero la vida siguió ahí bien agarrada, latiendo cada vez más fuerte, creciendo lindo, empujando hematomas malos.
Pasé unos días de reposo. Con mi mano izquierda suavemente apoyada. Mandando buenas vibras. Haciéndole chuf chuf a los manchados.

Y un buen día los manchados se fueron. Ya cumplidos más de un mes de tortura, no aparecieron más. Ni los rosas, ni los marrones que se suponía eran de la progesterona, y gracias adiós tampoco los rojos.
Tuvimos una ecografía hermosa donde ya no encontramos más hematoma retrocorial, y lo vimos latiendo lindo, vimos los colores de mis arterias, el cordón y su corazón con doppler, vimos sus bolitas de manitos y sus bolitas de piernitas. Hasta vimos una manchita negra en medio de su cabeza que es su romboencéfalo y parece que es genial que a las 8+4 eso aparezca. 
Salimos de esa eco, después de una semana de toallita blanca impoluta, como cualquier pareja embarazada. Nos sentamos a tomar un juguito. Nos reímos. Mucho. Como hacía varios años no recordaba. 

 
Aunque los miedos todos los días mutan, se renuevan, se achican o acrecientan. Una psicótica infértil como yo, adicta al Dr. Google, no pudo más que leer y leer sobre el tema. El famoso riesgo del primer trimestre, se llama así porque en los embarazos normales la primer ecografía la hacen al terminar este, entre la 11 y 12 semanas. Pero la realidad es que el riesgo real de aborto del primer trimestre va decreciendo pasadas las semanas. Del 25% de abortos hasta la semana 8, pasada esta se achica a un 5%, y pasaba la semana 10 solamente a un 2%.
Por lo que, cumplidas las 10 semanas, mi amorcito me llevó casi de prepo a una guardia a inventar una excusa para tener una eco que me achique los malos pronósticos.

Porque sí, tengo miedo. De todo. Y los estrictos controles que tengo todo el tiempo no me ayudan. La hematóloga, los controles de heparinemia (para saber si la dosis de heparina es la correcta), conteo de plaquetas, hemograma, tiroides para ver si el aumento de dosis no habría sido demasiado, glucemia para tener a tiro mi insulino resistencia. Pincharme todo el tiempo. Tomar 16 pastillas por día, más la inyección en mi panza.

Y ni siquiera merece la pena nombrarlo porque ya ni me importa, pero me siento tan mal! Tengo absolutamente todos los síntomas que siempre leí y esperé alguna vez encontrar en mí. Una acidez atroz, que no me deja vivir un día tranquila. Que no me deja comer casi nada más que galletas de agua con queso port salud. O helados de palito de agua de naranja. Yo, la señora chocolate! Muero a las 2 de la mañana por un sandwich!
Además, mis lolas son mi gran tortura. Debo de confesar que vengo generosa en el tema. Lo que se hace más tortuoso todavía. Pasé de 100 a unos… no sé… 320?!?!? Del peso que me provocan siento que la gravedad me las arranca de un tirón cada vez que me levanto.
Pero esas son tonterías de cualquier embarazada. Que ni siquiera deseo se me vayan para no vivir con otro nuevo miedo hasta que por fin pueda sentir a mi gusanito dentro.
Porque sí, en la ecografía de pseudo urgencia de la semana 10, lo vimos bailando como un gusanito, y sacudiendo sus piernas y sus brazos como loco.
Todo lo compensa.
Todo.


Y mutar también, porque debería hacer algo con este blog. Y sinceramente, no puedo. Tengo mucho que decir todavía. Y no me siento en condiciones de empezar a escribir un blog de una mujer embarazada, de una madre, de la crianza de un hijo… y bla bla bla. Porque no lo soy. Soy una eterna infertil, por fin embarazada. Que ve fantasmas en todos lados. Que intenta aprender que con esto se convive siempre. Que la beta es sólo otro paso más.

Pero porque yo también fui una "no embarazada" luchando por serlo, y debo de confesar que dejaba automáticamente de leer a mis dichosas amigas infértiles cuando se convertían en lo que yo tanto ansiaba. No por envidia, sino por sentir que no me aportaba nada, que ya no me eran "interesantes" más que por saber su propio bienestar y el de sus panzas. Por eso mismo, indulto a mis hermosas guerreras que me leen, a que no lo hagan más. A partir de ahora, en este blog se va a hablar de mi embarazo a través de la infertilidad.
Comparto y apoyo cada una de sus luchas. Lloro de emoción con cada positivo y me parte el alma cada paso dado en falso. Con el corazón. Odio esta puta enfermedad.

Y me siento en ese medio incómodo de no ser del todo feliz, y no querer herir corazones rotos. Sé de lo que hablo. Se me rompió muchas veces en estos años.
E imagino la bronca contenida de cualquier luchadora en plena batalla, cuando una embarazada se queja de algo, cualquier cosa, desde las insoportables náuseas hasta los pánicos horrendos antes de cada ecografía.
Por eso, y porque ya no quiero más silencio, porque tengo mucho que contar y mucho que decir de todo este proceso, las disculpo en el alma si ya no quieren leer más. Yo las sigo siempre, en esa gran familia que pueden encontrar en twitter como la #infertilpandy. Y por allá seguiremos compartiendo todo. Pero necesito ser esta ahora, la mujer embarazada. La que quiere quitarse los miedos. La que no quiere lastimar a nadie con su panza (cada vez más grande!).

Yo acá sigo. Justamente porque esto sigue siendo un proceso. No la dicha inmensa. No el fin del dolor. Tan sólo un paso enorme, mágico, único, terroríficamente hermoso, desconocido, en esta gran lucha que peleamos con mi marido desde hace muchos años. Para por fin algún día (ojalá sea a fin de este próximo agosto) convertirnos en papás.


jueves, 14 de enero de 2016

El más dulce sonido


Gracias mi chiquito. 
Por quedarte. Por luchar contra todo. Por cagarte de frío en el freezer. Por tener paciencia. 
Por agarrarte fuerte. Por darme tantas señales. 
Por matarme de las naúseas y la acidez todos los días, toda la noche, todo el tiempo! Y revolver mi estómago, y hacerme adelgazar como nunca nada lo había podido hacer.
Gracias por peinarte lindo para la foto. Y latir fuerte. Biennnnn fuerte! 
Gracias por llenar mis oídos y los de papá, del sonido más dulce del mundo. 
Gracias por elegirnos. 

Hijo mío, feliz vida! 

martes, 5 de enero de 2016

Bien agarrado/s

7633

Esa es nuestra beta al día de hoy, 3 semanas post transferencia. 5+3 de embarazo.

Alta!

Y vuelvo a tener alguna manchita. Incluso, una hora antes de tener el resultado, otra rojita.

Mientras discuto con la prepaga porque me responde que el estradiol no es necesario para sostener un embarazo! ja!
Y la heparina está en falta.
Y todavía no ingresé en el PMI.
Y me saco sangre dos veces seguidas.
Y a la hematóloga se le cortó la luz así que no puedo ir a consulta.
Y pucha que me salió muyyyy alta la tsh y mi endocrinologa está de vacaciones y me vuelvo loca para comunicarme y al fin mañana consigo un sobreturno con otra para que me vea.
Y el jueves tengo que ir a darme otra vacuna de linfocitos por refuerzo, por las dudas.

Son las ocho de la noche. Me estalla la cabeza. Y vuelvo a darme cuenta. Estoy embarazada.




PD: gracias por estar. La espera de hoy, más el manchado, fue tortuosa. Pero releia una y otra vez sus mensajes para darme ánimos y sentirme acompañada! Gracias!

PD2: dato de color... Aproveché la extracción de la beta de hoy para hacerme tsh, t4l y glucemia que me hizo mi endocrinóloga "para cuando me embarazara". Cuando veo que el archivo me llegó por mail, lo abro con el corazón escupido entre los dientes. Y ahí veo: 84. Sentí que el mundo se derrumbaba. 84 de Glucemia. Tengo bien controlada la insulino resistencia. Más abajo mi enorme beta.
Moraleja: por impaciente te comiste el chasco del siglo! Primero aprendé a mirar idiota!!!

lunes, 4 de enero de 2016

Fragilidad


Porque costó mucho. Porque se me llevó todas mis lágrimas. Mis risas. Mis fuerzas.
Porque la infertilidad me venció.

(Acá es donde todas las que aún no lo consiguieron van a pensar que no me venció, que yo le gané. Van a sentir que soy una desagradecida. Y las entiendo, juro que las entiendo. Yo hubiera pensado lo mismo.)

Me ganó, porque no puedo ser feliz.
Porque la mochila no te la quitás nunca.
Como haber llegado a la cima ya sin provisiones y con una pierna herida. Estás ahí arriba. Por fin podés ver el paisaje sólo visto por los elegidos (y los fértiles). Pero no te queda ni resto ni fuerzas para bajar. Sabés que el agua no va a alcanzarte más que para un par de días. Y en el camino de regreso hasta tu hogar, te esperan muchas más rocas, y puentes colgantes, y manchados marrones, y manchados rojos.

Y te sentís la personita más frágil del mundo.

Por fin te estás haciendo el control de heparinemia. Tu primer control. El que tanto soñaste. Y te rodean radiantes embarazadas. Como vos. Por eso tenés prioridad en los números. Y, no sé cómo lo supieron, pero te dan el asiento.  Pero tus manos tiemblan. Mientras vas a baño cada cinco minutos. Y te sentís sólo "un poco embarazada". No del todo. Porque sos infértil. Y te costó mucho. Y, a veces, como para que no pase más de dos días sin que lo olvides, manchás un poquito. Alguna gota que te recuerde que no tenés que ser feliz. Y volvés a sentirte embarazada a medias.
Porque sabés que a tu bebé lo sostiene la heparina, la aspirina, las vacunas de los glóbulos blancos de tu marido, el estradiol, la progesterona, la metformina. Todo lo que necesitás para que tu cuerpo funcione.
Y tan sólo llegaste hasta acá. Tuviste una beta que dio positivo. Le enseñaron a tu cuerpo a trabajar para eso. Y lo que sigue? Mi cuerpo sabe hacerlo?

Tu embrión es fuerte, te dicen. Claro. Confío en él. Él es fuerte.
La que es frágil, aunque mi coraza de infértil me haga tragarme las lágrimas y seguir peleándola con toda la garra y el optimismo…
La que es frágil es mamá. 

PD: Mañana repito la beta. Una semana de tortura después. Y tengo miedo. 

sábado, 2 de enero de 2016

El día que el mundo volvió a girar

Arrancó totalmente inmóvil.

29 de diciembre de 2015.
Me desperté bien, no podría decir que feliz, pero sí tranquila. Y eso era un paso gigantesco.
Quise ir al mismo laboratorio pero otra sucursal, porque el que tengo a pocas cuadras de mi casa es un horror. Me queda comodísimo pero… la chica que hace las extracciones, además de tener poco pulso, es muyyyy desubicada. La última beta me la hice ahí, y mientras me sacaba sangre me contaba que hacía un ratito le había hecho la beta a otra chica que le dijo que se moría si estaba embarazada. Y me lo contó después de que le expliqué el motivo de mi beta. Era necesario?
Salí casi desmayada del veneno.
Y nunca más.
Pero, como es uno de los mejores laboratorios, y me niego a hacérmelo en mi clínica porque mi médico es muy malo para dar malas noticias, se me ocurrió esa tonta idea.

Así que nos fuimos. Dos tubos de sangre y a la espera. (Sí, dos tubos, por qué? No era suficiente la tortura?!?!?!).
17hs. Que? Me estás jodiendo!!!!!!!! Si otras veces tuve el resultado a las 14hs!!!!!!!!
Nos fuimos a nuestra pastelería orgánica favorita, la de "este tratamiento", a desayunar.
Y a casa. A esperar. Yo tenía la esperanza que las 17 fueran "una manera de decir". Así que me pasé el resto del día (más desde las 14hs) sentada en la compu dando refresh a la web del laboratorio. La vez anterior la habían colgado media hora antes. Y eso que había sido mucho más temprano.
Hasta tuve que tomar el estradiol y ponerme el óvulo de las cuatro de la tarde. Nunca me había pasado. Y me parecía una tortura. Nos acostamos a ver una serie. Y mi amorcito toda la hora con su manito en mi panza.
No digo que ya lo sabíamos. Pero en esta espera había algo distinto.
Yo soy precavida. Odiaba la idea de entusiasmarnos y rebotar otra vez contra la pared. Pero ya había tenido betaesperas en plan precaución, y habían dolido como la reputisima madre igual. Así que en esta sólo deje que fluya. Miedos, angustias, ilusiones. Lo que fuera. No quería quedarme con la sensación de haber desconfiado de mis peques o de mi cuerpo.
Mi mamá y mi cuñada me preguntaban por mensajito para cuando. Y les mentí que a las 19hs. Necesitaba un tiempo para asimilar el resultado.

Y a la 17, ni un segundo antes, ahí estaba. Ya habían cargado el resultado. A punto de clickear en él, le digo a mi marido "no quiero". Y apreté. Con fuerzas, con pánico.
Me quedé inmóvil viendo la pantalla. Mi amor comenzó a gritar Si Si Si Si Si Si Si Si. Sólo gritaba eso y me agarraba. 

Yo vi 411,7.
Y lo escuchaba gritar a él. Y volví a mirar. Por un momento mis ojos, o mi mente, o mis miedos, vieron la coma en otro lado. Pero no. Eran 411,7. Y mi marido gritaba Si Si Si Si…….
Y empecé a llorar. Me agarraba la cara y lloraba. De locura. De desesperación. De desahogo. Como nunca en mi vida. Con todo ese llanto que me faltó en todos estos años porque necesitaba seguir peleándola y no podía derrumbarme tanto.
Mi amor empezó a tranquilizarme. Mientras repetía como un psicótico que sí, pero ahora le agregaba frases un poco más completas como "tenía que ser".
Nos besamos. Como nunca en nuestra vida. Y saludamos a nuestro/s peque/s en mi pancita.

Me dio el teléfono para llamar a mi doctor. Yo no podía. Me temblaba todo. Pero quería. Tanto había querido esto. Tanto había imaginado este llamado.
Me atendió. Le dije que bueno… que hoy era mi beta… Y me respondió preocupado "te la hiciste acá?" (porque a veces no le avisan y no es muy agradable). No no, le contesté, tengo el resultado. Y mientras él me dice, con la voz de dar el pésame que tanto conozco "y qué te dio?" yo le digo al mismo tiempo "411".
Y un silencio grande.
"411 te dio?!?!?!?!" me dijo alzando la voz. Y comenzó a reír, a felicitarme, a felicitar a mi marido.
Le digo que qué hago ahora, que ya sé lo que hacer cuando es negativo, pero ahora no tengo ni idea, mientras se nota que me tiembla la voz y lloro de la emoción. Y se ríe, me dice que haga lo mismo que hice hasta ahora que, evidentemente, hice las cosas bien. Que me relaje, que festeje el fin de año, que brinde, que disfrute el fin de semana, que el martes me repita la beta.
Le contesto "recién el martes?" (es decir, una semana más?!?!). Me reta (ya les conté que siempre me reta) diciéndome que no sea ansiosa, que el número es muy bueno. Que festeje. Que siga con el ronfase vía vaginal extra que me agregó en Navidad por ese sangrado rojo que, ahora definitivamente podemos comprobar, era de implantación. (sí, existe!!!!!).
Y me dice, antes de cortar, cuando nos despedíamos y yo ya acababa de caer por completo y necesitaba cortar el teléfono porque no daba más de la emoción.
"El que persevera triunfa. Viste que lo íbamos a conseguir?".
Todavía me sigue repitiendo esa frase en mi cabeza. El jamás se rindió con nosotros.

Y entonces pienso en contarles a mis compañeras de lucha. Tenía la idea de la noche anterior, mientras no podía dormirme y pensaba cómo darles la noticia en vez de pensar qué hacer esta vez si era negativo.
Tomo un delineador negro y me escribo en la panza machucada de heparina, el número. Lo había imaginado y soñado tanto. No podía creerlo. 

Y ahí llamar a la hematóloga. La mía, de vacaciones, así que al celular de otra hematóloga de su equipo. Y me pregunta: "llegás antes de las 18,30hs.? Porque mañana no vengo". Y salimos volando. Más en una nube que por velocidad, pero volando al fin.
En la recepción de la hematóloga nos pusimos a charlar con la secretaria y le conté de la cantidad de tratamientos y por fin mi positivo, para explicar por qué estábamos tan estúpidos. Mientras, mi marido se fue a un cajero a sacar plata porque nos habíamos ido sin un peso y no teníamos para pagar la consulta.
Me senté en la sala de espera, aquella en la que esperé horas y horas una respuesta, o por lo menos, la imaginación suficiente para intentar encontrarla. Y todos en la sala de espera me sonrieron, habiendo escuchado mis comentarios con la secretaria.
Ahí estaba yo. Y el mundo volvió a girar otra vez.

Me llamó la hematóloga. Un amor de persona. Me empezó a hacer los papeles para presentar a la prepaga y en eso volvió mi marido.
Por ahora me dejó la misma dosis de heparina. Hasta el próximo lunes a hacer control de heparinemia. Y el martes cita con ella de nuevo para ver los resultados y saber cómo seguimos. Extremar cuidados. Ojo las escaleras (vivo en segundo piso x escalera y mi dormitorio está un piso más arriba, y el lavadero otro más! Uffffff). "Un pie le pide permiso al otro". Ordenes para presentar.
Aclaración: la heparina es un medicamento CARISIMO. Que sólo se incluye en el embarazo, dentro del PMI (Plan Materno Infantil) que existe en Argentina y que hace que tengas todos los medicamentos necesarios para tu embarazo, gratuitos.
Recetas con el Urgente. Y certificado de embarazo. Puso la fecha de mi última menstruación, 25 de noviembre. Calculó unos días teniendo en cuenta que, para tratamiento, las fechas no son tan reales. Y… fecha probable de parto 3/9/2016.
Chan! 

De ahí nos fuimos hasta la casa de mi mamá. Le mandé un par de mensajitos para asegurarme que estuviera en su casa. Mis suegros no están. Se fueron a pasar Año Nuevo a la costa con su otro hijo y su familia.
El camino es largo.

Ahí estaba mi viejita linda, cortando el pasto del jardín de adelante mientras mis sobrinos andaban en patineta por la calle. Estacioné el auto y bajé. Mi mamá inmóvil viendo, primero el auto y después a mí. Y me hace que sí con la cabeza. Con tanto miedo! Y le digo que sí, y la abrazo fuerte. Y lloramos.
Ni mi mamá ni yo lloramos. Nunca. Somos de "esa clase de gente". Pero ese día lloramos. El mundo otra vez volvió a girar.
Después apareció mi hermana y se lo contamos. Mis sobrinos. Y mandé un whats app al grupo familiar con mis hermanos y el resto de sobrinos que también estaban en la costa. Una fotito de las manos de mi amor y mía en mi panza. Y un texto que decía "por fin llegó nuestro regalito de Navidad". 
Al momento llamó mi hermano. Lloró de la emoción. Y mi cuñada. Y la llamada a mis suegros. Y todos saludando. Mi mamá abriendo una sidra sin alcohol y un pan dulce y brindando.

Llegamos a casa. Me bañé. Cenamos. Y nos fuimos a acostar porque estábamos destrozados.
Ya en la cama, con la músiquita de relajación que le ponemos todas las noches a los peques para mimarlos un poco…
Nos miramos a los ojos. El regalito de Navidad que les compramos. Las frasecitas positivas que escribimos y colgamos por todos lados. La caja de heparina en la mesa de luz. Y todas las postales dedicadas, estampitas y cartitas que yo fui acumulando a lo largo de este tiempo.

Y por fin, después de tanto tiempo, definitivamente, el mundo volvió a girar!