jueves, 31 de diciembre de 2015

2015


Comencé el 2015 muy triste. Venía de nuestro segundo negativo y me habían dado positivos los estudios de trombofilia. Lo comencé a punto de tener el turno con la hematóloga que tanto había esperado. Sabiendo que todo iba a ser más complicado. Que si algún día lograba embarazarme, no se iba a parecer en nada a ese embarazo con el que tanto soñé. Que tenía riesgos, angustias, estudios, inyecciones…
Agradeciendo no haber tenido antes un positivo porque, sin dudas, lo hubiera perdido después de tanto esfuerzo. Brindando esa noche, hace un año exacto, por los tres embrioncitos que nos esperaban congelados. Pasando más tarde, casi a las 4 de la mañana cuando volvíamos de la cena familiar, por la puerta de la clínica donde estaban. Para hacerles sonar cascabeles en el auto, dos pisos más abajo. Para desearles un feliz año.

Después vino todo un mes preparando mi cuerpo con hormonas para que me arranquen un pedazo de útero y analizar si algo andaba mal en él, y si la fecha coincidía. Y al mismo tiempo me enteré del tercer embarazo de mi cuñada. Y a la semana, uno de mis hermanos me regaló mi sobrino número 12.

Después tuve dos pequeños embrioncitos de la mejor calidad dentro. Y volví a ser feliz. Y volví a encontrarme con otra beta imperceptible

Y no quedaban muchas alternativas. Cambiar los gametos. Dijimos que no. Yo no estaba preparada para ver más de 20 folículos en ecografía y tener que ignorar que en uno de ellos podía tener una chance. Y no quería que mi marido, después de 33 años de saber que no podría ser padre biológico, renunciara a otra oportunidad de demostrar que podíamos cambiar ese destino. Me costaba asumir cambiar algún gameto "sólo por probar". Necesitaba razones.
Nos hicimos los cariotipos y estaban ok. Debo de confesar que una parte mía quiso que hubiera un problema. Me dolía no encontrar motivo para renunciar a nuestra genética y sentía que, si eso iba a ocurrir en un futuro, mejor que fuera por un mal cariotipo.

Sólo quedaba una chance. Una pequeña oportunidad de tener, además de todos los problemas, la más rara de las infertilidades. Alloinmune. Siempre me causó gracia el término ESCA, esterilidad sin causa aparente, porque yo sentía que tenía ETCA esterilidad con todas las causas aparentes. Podía ser cierto además tener un problema Alloinmune? Un tratamiento experimental. Las más dolorosas vacunas. Seis, una cada 21 días. Y tachar los días en el calendario. Mientras buscaba en internet algún caso donde hubiera resultado. Y sólo leía que en muchos países estaban prohibidas. Una loca oportunidad.

Muchos estudios más.
Y preparar mi cuerpo. Leer. Informarme. Descubrir detalles que me hacían mal. Empezar a conocerme, entenderme y atar cabos.  "Aquietarme".
Pelearle a la prepaga y al estado una ley que poco se cumple.
Mi madre en terapia peleándole a la vida por un asalto y privación de la libertad.
Seguir adelante.

Comenzar una estimulación con dosis mínimas. Exponer mi cuerpo otra vez. Anticoagularme desde el inicio para no correr riesgos. Hiperestimular. Punzar. Y seguir anticoagulandome.
14 embriones formados. Y nada andaba bien. Todo parecía haberse perdido. Todo un año de prepararme, de pelarla médica, física, psicológica y burocráticamente.
Cinco embriones congelados.

Y a arrancarme dos pedazos del útero otra vez. Mi útero tan perfecto e inmaculado que no sirve para nada.
Otra vez hormonas, y anticoagularme. Quince medicamentos por día (para regular: mi tiroide, mi glucosa, mi vitamina b, mi homocisteína, mi coagulación, mi hipofibronilosis, mis ovarios, mi endometrio).
Sólo tres embrioncitos. Que se vinieron conmigo. Dos bellos y uno "de apoyo". Y el pánico de mi cuerpo haciendo tonterías. Destruyendo lo que más amo en el mundo.

Y Nochebuena, todas las ilusiones, el arbolito y el pesebre. Y un regalo "para ellos". Y mancho, marrón. Y mancho más. Rojo. Justo esa noche. Y apreté los dientes fuerte. Me tragué el dolor. Y brindé bien alto. Les di una chance a mis peques. Pero sobre todo a mi cuerpo.
Mi marido y yo venimos peleándola desde hace mucho. 13 años de amor sabiendo que no íbamos a poder ser padres. Tres icsis. Cuatro transferencias. Dos gametos que no valen mucho y que, por si fuera poco, cuando están juntos se autodestruyen. Fallo de implantación. Trombofilia hereditaria y adquirida. Y todos los problemas inmunológicos juntos.

Esto fue todo y lo único a lo que dedicamos este año.
El 2015 fue, sin duda, el peor año de nuestra vida.
Sabiendo que el 2016 ya no nos traería otra oportunidad porque se nos iba la tercera y última…

Cuando por fin el 2015 terminaba, justo tres días antes de darlo por muerto y enterrarlo para siempre.
Mi cuerpo me demostró que podía. Y alguno de nuestros peques pudo agarrarse.
Aunque me sea totalmente imposible asimilarlo todavía.
Tengo vida dentro mío.
Y hoy escribo lo que jamás creía.
Estoy embarazada. 

 Mi marido, nuestro/s peque/s y yo, sólo tenemos un deseo para este 2016, y es para ustedes!!!

lunes, 28 de diciembre de 2015

Si no te vas...


No demos todo por perdido, aún no llegó la sangre al río.
Imaginé un final distinto a los demás. 

Seremos lo que siempre fuimos, 
honestos en nuestro delirio de querer alcanzar estrellas en el aire. 

Dí si aún nos queda una razón. Si como a mi, aún te queda ese dolor.


Si no te vas te hago un sitio en este corazón hambriento.
Tengo una vida para amar.
Si no te vas tengo tardes de domingo y mil inviernos eternos.
Si quieres, pasa dentro.

No demos todo por perdido, mientras quede vida en un latido y un beso que nos salve.

Y como antes. 
Dí si aún nos queda una razón.
Si como a mi, aún te queda ese dolor.

Si no te vas te hago sitio en este corazón hambriento.
Tengo una vida para amar.
Si no te vas tengo tardes de domingo y mil inviernos eternos.

Paro el mundo si no te vas, para verte despertar y mirarnos a la cara. 
Tú y yo, quemaremos la soledad con la llama de este incendio.  

Si no te vas...
si no te vas... 



Pd: esta canción, "Corazón Hambriento", me acompañó cada día del tratamiento y de la betaespera. De alguna manera, quería que mis peques la escucharan todos los días para saber lo bello que les esperaba en la vida. 
Ojalá mañana también pueda darle play.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Navidad, Navidad, ROJA Navidad!


Ya lo había contado en la entrada anterior, el 23 de diciembre tuve algunas manchitas marrones, como hilitos.
Y me puso contenta, debo de confesar. Es mi cuarta betaespera y la primera en donde "pasa algo". Teniendo en cuenta que faltaban todavía 6 días para la beta, que la transferencia había sido hacía 8 días, y que mis pequeñitos estarían en el día 11, todo sonaba "maravillosamente distinto". No había manchado el día anterior a la beta!
Además, indicio de regla sería difícil. Estoy medicada con estradiol y progesterona, lo que hace prácticamente imposible que todo se destartale, y en tan poco tiempo.
Y, por si esto fuera poco, mis menstruaciones después de los negativos casi no existen (apenas una tarde de regla) porque mis celulitas se comen mi endometrio. Por eso estuve todo el año haciendo tratamiento inmunológico. Para enseñarles a no comerse el revestimiento de mi útero (y sobre todo lo que debería de anidar en él). 

Pero el 24 al mediodía, cuando mi marido fue a despedir dos pisos más abajo a mis suegros, y yo fui al baño inocentemente, ahí estaba. Una mancha roja como la Navidad, en mi protector. Tomé un poco de papel y me limpié. Rojo. (en realidad, debo de decir que era rosado, pero caía como líquido, lo que lo hacía verse más dramático). Otro papel, otra vez todo manchado. Y grité. No sé qué bien, pero retumbó a puteada en mi cabeza.
La distancia que separa el toilette del sillón es de 3 pasos, los 3 pasos más largos de mi vida. De pronto todo se me dio vuelta y me sentí desvanecer. Me acosté en el sillón y me abracé a la panza. Y mi marido no subía. Habrán sido unos minutos eternos.

Por fin apareció y le sentencié desde la puerta "me indispuse". Pobre mi ángel, esa cara de mirarme con locura no la voy a olvidar nunca.
Llamó a nuestro doctor (porque claramente a mi se me daba vuelta el mundo y no me sentía capaz de coordinar una respuesta). Y lo mandó a comprar ronfase (valerato de estradiol pero sin el recubrimiento gastrointestinal de la progynova que es lo que estoy tomando) para que me coloque esas mini pastillitas pero vía vaginal, dos veces por día. Le preguntamos si suspendía la heparina, o por lo menos la aspirina y nos dijo que NO. Que cualquier cosa lo llamáramos de nuevo y que, de ser posible (considerando cómo soy yo y en qué día estábamos) hiciera la mayor vida tranquila que pudiera.

En cuanto mi marido se fue a intentar encontrar el remedio a alguna farmacia de turno, y caminando, me quedé acostada intentando respirar profundo, y poner en práctica todo un año de yoga y meditación que, debo de decir, jamás pensé que me funcionaría. Y funcionó. Me dejó con una toallita para cambiarme, quería colocarme una nueva y poder controlar lo que caía sin que se mezcle con lo viejo. Pero esperé. Hice algunos ejercicios de respiración para relajarme, y que el mundo dejara de girar. Para poder centrarme y pensar. Para darme cuenta, por primera vez en mi vida, que ponerme nerviosa no iba a resolver nada. No podía correr a una guardia (ya nuestro médico nos lo había "prohibido"). No podía hacerme un test (era muy pronto). No podía hacer nada más que serenarme y respirar. Y pensar.

Miré la hora. Habían pasado tres horas desde la inyección de heparina. Todavía me quedaba una hora más de manchar rojo, porque ya sé que el pico máximo lo hace entre las 3 y las 4 horas de inyectada. Habría sido la heparina? Qué diluyó la sangre? Que convirtió una gota en semejante mancha? Igual que me pasó cuando tuve que inyectarme, mi período ya se había ido, y me pasé 4 días más manchando rojo acuoso? Es cierto que la heparina no convierte la nada en sangre. Pero sí, licúa cualquier tipo de flujo, y lo enrojece porque lo hace salir más directo y más rápido.

Habría sido implantación? Estaría teniendo algún problema? Un hematoma de los clásicos que tiene las personas con trombofilia como yo, de las que se pueden embarazar, digo…

Qué estaba pasando ahora? Mínimamente, decir que, por lo menos, nada se estaba comiendo nada. Eso seguro. Y eso ya era un paso enorme! Por qué? Porque aunque no pueda saber si estoy embarazada, puedo sentir que esta vez, de pronto y después de tanta lucha, me convertí en una persona "embarazable". Sí, es cierto, con qué poco nos conformamos las infértiles! Pero para mí era un paso enorme. La sangre roja (o rosa) podía ser una noticia terrible, pero para una acumuladora de negativos, era un paso gigante. Algo había pasado en mi útero. Algo "no había pasado de largo".

Me quemaba la cabeza que me aumentara el estradiol y no la progesterona. Si Doctor Google te muestra clarito que cuando manchas en betaespera te aumentan la progesterona!!! Y también me quemaba la cabeza que no me haya suspendido, por lo menos, la bayaspirina. Soy una bomba anticoagulada, estoy manchando, y me deja anticoagulada?
Pero lo que más nos quemaba la cabeza, era la conversación que tuvo mi marido con él por teléfono cuando lo llamó para avisarle nuestro último negativo. Lo único que nuestro doctor le preguntó, así como extrañado y preocupado fue "y no manchó nada!?!?!?". Nunca entendimos la pregunta. Qué? Lo lógico era que manchara? O estaba intentando averiguar si había tenido falla de implantación o un microaborto?

A la hora exacta, ya con la pastillita vía vaginal (o eso creo, porque es tan pequeñita que, en cuanto la comencé a empujar, la perdí!) dejé de manchar.
Estuve todo el día con el sillón cama del medio del living armado, tirada tranquila, mirando la tele, pensando que todo lo que había que preparar para Nochebuena lo hicieran los demás (por primera vez en la historia familiar). Limpiándome, cada tanto, otra vez algunos hilitos marrones.

Llegamos a la casa de mi mami bien tarde. Le dije que había tenido unas manchas, que no se asuste porque podía ser bueno o malo, así que sólo esperar y estar tranquila. Y, por primera vez en mi vida, me senté. Me mimaron. Me cuidaron. Y viví, por una noche, la magia de "estar embarazada"! Ok, de una embarazada con embarazo de riesgo, amenaza de aborto, pérdidas, a punto de tener malas noticias, pero embarazada al fin.
Nosotros somos cuatro hermanos y, entre los otros tres, tengo 9 sobrinos (desde los 22 años a los 10 meses). Pero yo siempre fui la que, junto con mi marido, ayudábamos a mi mamá a preparar y servir todo. Este 24 tenía un  montón de personas que, algunas sabiendo y otras no, me cuidaban, me servían cerveza sin alcohol, sidra sin alcohol y turrones a disposición.

Las manchas fueron cesando. Y ya para el brindis ni rastros había. Pero en mí algo había cambiado. Aprendí a respirar. A tomarme las cosas distinto. A no darme por vencida. A apoyarme en los demás y dejar de ser la única capaz de hacerlo todo.

Fue una Navidad distinta. Además del miedo que tuvimos. No di la vuelta manzana con los sobrinos esperando la llegada de Papá Noel. No busqué los regalos escondidos en el jardín. Sólo me senté en un silloncito a ver de afuera como todos los demás compartían esa noche entre risas. De la mano de mi amorcito. Brillándonos los ojos. Esperando que el único regalo que pedimos este año, esté creciendo dentro mío. Creyendo en los milagros.


miércoles, 23 de diciembre de 2015

Confusión


Este tratamiento fue el de los cambios. Todo salió distinto, dado vuelta, rebuscado, hasta podría decir que mal.
(No lo digo, porque tuve tres tratamientos donde todo salió BIEN y acá me ven, así que el bien y el mal son demasiado relativos para mi gusto).
Cada betaespera fue una tortura de emociones. Sólo eso. Porque no sentí nada más. 
 
Hoy manché. Hoy. Día 8 de betaespera. Día 11 de mis pequeños. Apenas hace una semana de la transferencia, y todavía me falta una semana más para la beta (una semana, una nochebuena, una Navidad, y como veinte explotes cerebrales!).
Recuerdo mis negativos y mi médico preguntando "y no manchaste?". No, qué voy a manchar si ni siquiera luego menstruaba! Si mis celulitas se comían, literal, mi endometrio.
Y ahora? Ya aprendieron las muy guachas? O sólo me están torturando, pero con anticipación.

Es que sí, esta betaespera estaba siendo de lujo. Tiempo de calidad con mi marido, y conmigo. Hago yoga, medito, tejo, leo el libro interminable que nunca tengo tiempo de continuar, cocino rico y nuevo, me pongo al día con los capítulos de las series que nos gustan. Y, sobre todo, pienso en positivo.
Por qué el puto destino viene a cagarme tanta buena actitud?!?!?!

Ni busco el significado. Demasiado pronto para ser menstruación y demasiado bueno para ser implantación.
Sólo pienso que es una buena manera de joderme la paz, las fiestas, el finde, la cena deliciosa que iba a preparar hoy.

Pero no, acá estoy, sentada en la computadora. Que cocine otro. Mientras intento ni respirar para que nada de esto que pasa se altere, ni que sea bueno, ni que sea malo. Sólo que se quede así.
Muerta de miedo, y de emoción.
Repitiéndome que no puede todo ser más jodido.
Que, en algún momento, yo tengo que ser la del otro lado. La ya no llora más. La que tiene motivos para festejar. 
La de la beta positiva. 


miércoles, 16 de diciembre de 2015

Dia T (de transferencia... y de 3). (Parte II)


Me tocó el quirófano grande. Y la súper camilla en la que me veo más pequeña de lo que soy. Hicimos algunos chistes con la enfermera (siempre es mala onda pero esta vez le pude sacar algunas sonrisas) sobre lo "experimentada" que ya me había vuelto con todo. Me acomodé tranquila. Me traje el almohadoncito y me levanté la bata barata de papel que sólo está para cubrirme los hombros. 

La enfermera le preguntó al doctor cuántos embriones iba a transferir y le contestó que los 3, pero que ya había hablado con X y ella ya sabía, que esto era tema de X y que ella iba a estar ahí. Comentario aparte, X es  quien maneja nuestros embriones y el esperma de mi marido después de que nuestro caso se complicara, porque son casos complejos, muestras demasiado valiosas porque vienen de biopsia. Y también sé que no suele hacerlo, pero cuando se te suicidan el 80 por ciento de los embriones, ponen a trabajar a X para evitar tener un problema. Seamos sinceros, la mano es la mano. Yo lo descubrí hace un tiempo y rezaba para que esta vez fuera X la que estuviera. Y cuando lo escuché decir eso, respiré aliviada. 

Mi doc me dijo que ya sabía como era esto, que iba a colocar el espéculo. Le pasaron algunos liquiditos para limpiar la zona. Vino la ginecóloga nueva y muy simpática (que me hizo la eco con la que arranqué el tratamiento, allá por el 25 de octubre). Puso el ecógrafo. Regularon el contraste.
Y mi médico me dijo "bueno, ya probamos la cánula…" Eh? Ya habían pasado todo? Y yo ni mosquear!
E hice un tonto chiste del tipo "ya todo pasa como por un tubo". En fin… no puedo evitarlo. Si de algo soy capaz es de incomodar a mi doctor todo lo que puedo. 

Me dijo que, otra vez, me iba a repetir lo que ya sabía. Que hiciera vida normal, normal en tooodooossss los sentidos (y ya sabemos a qué se refiere). Que no hay nada que pueda hacer para que resulte o no resulte. Salvo ponerme progesterona, estradiol, la heparina y bla bla bla. Es decir, que de normal básicamente no tenía nada. Que en dos semanas, el 29, me haría la beta. Que justo me quedaba para los ñoquis. Y yo le dije que qué Navidad distinta me había armado! Se sonrió, me dijo que iba a ser un brindis distinto. Le reproché, con onda, que si sabía que esto quedaba así, le hubiera cambiado la fecha seguro. Pero cuando arrancamos no me di cuenta. Que ya llevo dos meses en tratamiento. Se compadeció diciendo que era cierto, que esta vez se me había hecho muy largo.

Le pregunté si la foto no me la podía llevar. Que nunca me la dieron y yo nunca supe si era porque no la había pedido. Me puso cara como de "no me la pidas por favor!!!!". Me dijo que en general no la dan, porque así cuando me embarazo ellos preparan algo lindo… se hizo medio el boludo. Yo lo entendí. Era lo que sentía. Y siempre agradecí no haber tenido la foto de los anteriores. Llevaría en mi cajón de la mesita de luz, ya seis embrioncitos que mi cuerpo destruyó. Tortuoso si lo hay. Pero esta vez la quería. Quería no protegerme más. Si dolía igual!
Me dijo que en 14 días lo llamara para darle la noticia y hablábamos… Como con un guiño. El primero en dos años. 


Y justo, así charlando tan tranquilamente, yo toda en postura, aparece Doña X con mi catéter amado en la mano.  Y nos dice bajito "acá estoy!" como poniéndonos a tono. "Vengo con los tres, para ….". Y me nombra, y le hago un ok con la mano. Me pongo fijo a ver el monitor. Aprieto fuerte mi collarcito de cofre (ver más abajo). Me puse a pensar que al tercero le iba a poner de nombre Chiruzo. Y vi el monitor. La rayita del catéter. El doctor que le pidió a la ecografista que apunte más desde el fondo. Y buscó, bien el lugar. El brillito alargado que luego se convirtió en un mágico puntito.
Todo duró apenas un segundo. La bióloga se fue con el cateter para chequear. La ecografista sacó el ecógrafo y mi doc se lo hizo volver a poner. Le corrigió el ángulo de apunte. Y grabó la foto en el monitor. Se vino a mi lado con el monitor y me lo mostró. Le dije que sí, que lo había visto todo. Que se veía alargado y después se unía,  como un puntito. Y me dijo "sí, así se ve… viste? Como una lucesita". Se dio vuelta y se fue rápido.
Y yo me quedé. Con esa imagen, mirando nuestra lucesita. Con la emoción de mi médico por ese momento. Agradecida. Contagiándome infinitamente de la mejor de las energías. Sí, definitivamente soy una persona con suerte! 

La bióloga confirmó que estaba todo ok, aunque por primera vez, y sin seguir el protocolo, ya me habían sacado hasta el espéculo. 

Me ayudaron a bajar. Y me acompañaron hasta el baño. Ni bien cerré la puerta empecé a temblar. Me bajó toda la emoción de golpe. Mi pis no paraba nunca. Y yo quería ir corriendo a llevarle a los chiquitos a papá. Y contarle palabra por palabra (como ya saben me caracteriza!).
Abrí la puerta y ahí estaba sentadito el amor de mi vida. Me besó, y se agarró a mi pancita fuerte.
Me senté en el sillón y abracé a Positivito mientras le contaba algunos detalles de todo.

Al ratito golpea nuestro doc, preguntando si todavía me estoy cambiando (hace un segundo me despatarró toda pero ahora no quería entrar si yo estaba en bombacha!). Le dije que no, que estaba relajándome. Y entró, me vio tirada en el sillón con mi peluche de la buena suerte en la panza y no pudo más que reírse. Nos dijo que la transferencia había sido excelente. Nos deseó suerte y nos saludó.
Al ratito me empecé a vestir. Y nos fuimos despacito, con una emoción desbordada. En el camino una de las recepcionistas nos alcanzó el informe (que me estaba olvidando). 

En el auto me di la inyección de heparina, con el aire acondicionado encendido. Y, mientras apretaba los 15  minutos necesarios inmóvil para que no me quede un flor de moretón, le conté detalle por detalle cada segundo. 

Nos fuimos a nuestra confitería favorita en Palermo. Una bakery que utiliza sólo productos orgánicos. Y que sirven el más delicioso (y caro) latte!
Ahí actualicé mi situación en twitter, y le pusimos nombre a nuestros pequeños.
Justi porque es un embrioncito de 8 células muy mono.
Diegui porque tiene 10 células, aunque es un poco adelantado, nuestro doctor nos dijo que en un par de horas más ya empezarán a compactarse por cómo se veían (igual que Justi).
Y Chiruzo. Nuestro pequeñito clase III. El que no se quiso quedar. Y tantas ganas tenía de venirse, que la peleo mucho para seguir adelante.



Mi collarcito de cofre. Un dije que me regaló mi marido en nuestro aniversario, días después del último negativo. Lleva una fotito de nuestra luna de miel, de una pirámide de piedras que armamos en El Burren, paradisíaco valle de piedras en Irlanda. La mini foto toda dobladita bien pequeña, y atrás escrito "creamos en nuestro amor". A ese cofrecito, en la mañana justo antes de salir para la transferencia, le puse tres bolitas plateadas. Primero le puse una, porque yo amo las cosas que suenan y quería que suene. Le tuve que agregar una segunda mini bolita para que haga realmente ruido (aunque  muy pequeñito). Y, antes de salir, le agregué una tercera porque no me gustaba que fueran sólo dos bolitas y que podrían significar a mi marido y a mi solos. Por eso le puse la tercera.
Cuando el doctor se fue, después de decidir que nos pondríamos los tres, le conté a mi marido lo que había puesto esa mañana en el cofrecito. Y en ese momento, ingresando el cateter, no pude más que apretarlo fuerte. Siempre lo llevo para que mi amor me acompañe en los momentos en los que no puede estar, como las ecografías. 
Esta vez llevaba ahí dentro también a mis tres pequeñitos. 
Como lucecitas, en unas diminutas bolitas plateadas brillantes, tintineando entre sí.

Dia T (de transferencia... y de 3). (Parte I)


Tenía todo para estrenar, una bombachita rosa con mickey y minnie dándose besitos, que fuimos a elegir con amorcito el día anterior. Una remera con los looney tunes, y un shorcito de encaje divino. Las uñas de mis pies pintadas color arcoiris y un trebol en el dedo gordo. Nada podía fallar.


Me desperté a las 7 de la mañana totalmente asustada, sintiendo que sonaba el teléfono y que llamaban para decir que no había transferencia. Mi marido me dijo que en esta clínica no te llaman, esperan a que estés ahí y te lo explica el médico. Linda y estúpida manera que tienen los hombres de ver todo tan simple. Y de esa manera quería tranquilizarme?

Me pegué un baño. Tomamos unos mates. Y salimos. Temprano, como siempre (somos personas de pasarnos de puntuales). 13,30hs comencé a tomar mi botellita de agua recargable. Medio litro justo una hora antes. Ni una gota más! Esta vez venía con la ayuda de indicaciones estrictas de mi doc para tener la vejiga lo suficientemente llena pero no sentir que me hacía pis. Idea que resultó genial!!! (qué bien me hubiera servido conocer este detalle en las tres transferencias anteriores!).

Llegamos un poco antes de las 14. Las secretarias del segundo piso son un amor (como todos en la clínica) y, además, ya nos conocen bastante. Nos hicieron firmar consentimientos de descongelación y transferencia. Me pusieron la pulserita del all inclusive con mis datos e historia clínica, y bromearon con que incluía una caipirinha (yo pensé que, después de todo por lo que pasamos, no sería mala idea).
Nos sentamos en los silloncitos a esperar. Saqué foto a nuestros pies. Bromeamos un rato. Intenté subirla pero no tenía señal. Ni pude mandar ningún mensaje a la bella pandilla de twitter que esta vez venía conmigo a la transferencia! 

Nos llamó la enfermera. Nos tocó la habitación feíta. Y recordamos que era la misma que nos había tocado en la primer transferencia, donde tuvimos horribles noticias. A mi me corrió un escalofrío. Colocamos a Positivito sobre el mueble y me cambié (o descambié más bien). 

En no mucho entró nuestro doctor. Me preguntó cómo estaba. Y vi que en su mano tenía muchas fotos. Mi corazón se rompió en ese instante. Chau sueño de tener otra transferencia. Chau maldito tratamiento en donde todo había salido horriblemente mal, aunque debería haber sido el mejor por todo lo que habíamos mejorado y agregado. Lamenté haber tenido razón todo este tiempo. No piensen que soy una desagradecida, sé que para la mayoría poder transferir ya es una batalla ganada. Nosotros ya tuvimos tres transferencias, seis PERFECTOS embriones que no fueron nada. Y, si seguimos intentándolo a pesar de los problemas que tenemos, es porque generamos excelentes embriones. Entonces la falla era implantatoria. Y ahora? Qué nos había pasado ahora? 

Nos empezó a explicar que en el día de ayer habían descongelado la pajuela de 3 y, como imaginábamos, sólo uno estaba bien. Y que por eso él decidió poner a descongelar también la otra pajuela. Que teníamos entonces, dos muy bellos embriones, de 8 y 10 células, y un tercer embrión que no era tan bonito. Podíamos transferir los dos mejores, como hicimos siempre, y dejar el tercero en cultivo. Con la mayoría de las probabilidades que no resista en la estufita al día 5. 

O podíamos transferir los 3. 

En la primer transferencia los pasó lo mismo. Y dijimos que no. Siempre me arrepentí. No porque hubiera tenido chances. Pero afuera no las tenía seguro y me dio mucha tristeza "descartarlo". Y lo pongo entre comillas porque en realidad no es tan así. Pero dejarlo que siga adelante sabiendo que no tiene chances, en mi corazón, suena literal. Y, a esta altura, cada mini vida nuestra se sentía como importantísima.
Yo iba a contestarle que sí de entrada, me volví tan mamá en estos años que no daba del dolor pensar en dejarlo. Pero lo miré a mi marido y sus ojos salían por sus orejas. Así que me callé. Le contesté a nuestro doctor que la primera vez me preguntó y le dije que no, que ahora no era lo mismo. 

Y nuestro doctor asintió.
"Miren, a veces puede ser estratégico. Ya transferimos tres veces embriones hermosos y no funcionó. A esta altura, por ahí el embrión que nosotros vemos perfecto adentro no sigue, y por ahí el que no tiene la mejor calificación, resulta pegar el estirón en el útero".
Tenía razón. Tanto como que los biólogos inventaron sistemas, que perfeccionan día tras día, para clasificarlos. Y siguen sin saber la capacidad de implantación de ningún embrión. Pueden suponerla, con una tasa de exactitud bastante buena. Pero yo ya tendría que haberme embarazado tres veces seguidas.
Sentir que el tipo en el que confiás tu sueño, que más sabe de tus pequeños, que vive de congreso en congreso explicando estas cosas, y dicta conferencias, y es una eminencia en la materia, te diga que ya a esta altura no tiene la menor idea de qué te puede resultar, es muy fuerte! Y más aún, sentir que era él el que no quería dejar atrás al pequeñito más feo. Sentir que me quería embarazar, sea como sea. 

Hablamos un rato largo. Le preguntamos si no nos ofrecía esto porque los otros dos eran medio medio. Nos dijo que no, que eran dos excelentes embriones. Nos mostró sus células, el tamaño parejo, su poquita fragmentación, apenas unas bolitas pequeñas de costado. Eran hermosos los peques. Y yo no dejaba de mirar al tercero. Tanto que casi ni recuerdo como eran los dos que no estábamos cuestionando. 
Nos contestó que nos planteaba esto por la cantidad de tratamientos que llevábamos a cuestas. Que era decisión nuestra.

Y pasaba el tiempo. Nos volvió a decir que él no sabría que hacer. Que el riesgo de embarazo múltiple es bajo… y miraba las fotos y decía… y si… bajo… Como no convencido para nada. Nos dijo que teníamos tiempo de pensarlo. "Digamos como un minuto hasta que me vaya". Nos reímos. Pero callados los dos. Yo miraba a mi marido y estaba idiotizado. También nos mostró la foto de los otros dos embriones, que seguían adelante pero tenían signos de necrosis (nos lo marcó en la foto) y eso no era buen pronóstico.
Estaba nervioso, los embris esperaban y nosotros sin respuesta. Volvió a ver al tercero, y por fin nos dijo 

"Bueno, si me preguntan a mí, yo pondría los tres".
"Vamos entonces" le contesté.
Y en un pestaneo salió corriendo de la habitación. 
 
Así nos quedamos, helados los dos. No por la decisión sino por la angustia de saber que este tratamiento sí que había sido distinto. Que otra vez esa habitación nos volvía a dar malas noticias. No tendríamos plan B, ni búsqueda de hermanito, si segunda transferencia. No tendríamos otro ICSI. Ese día se nos iba la última chance de un embrión hecho por nosotros dos.
Yo lloré un par de veces. Y me volvía a limpiar las lágrimas porque tenía miedo que me vengan a buscar en cualquier momento. Yo no lloro. Nunca. 

Por fin, como al tercer o cuarto llanto, pude sonreír. Y justo vino la enfermera a buscarme.
Le di un beso grande al amor de mi vida y me fui.

martes, 15 de diciembre de 2015

Números


7 meses desde nuestro último negativo. Más de 4 meses de terapia inmunológica.
3 icsis: 42 embriones formados.
2 meses desde que comencé la estimulación. 21 inyecciones de hormonas. 14 embriones esta vez.
5 embriones congelados. Más de un mes esperando en el freezer este día.
Cuarta transferencia: 31 inyecciones de heparina, 57 pastillitas de estradiol.
13 medicamentos diarios.
Y un número incontable de ilusiones puestas en este día. Todo para que este día exista. Y que no lo olvidemos nunca.
Para ver en la pantalla, por primera vez, al amor de nuestra vida.
Para que se quede para siempre.
Para verlo crecer.
3 oportunidades.
Para hacerlo real.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Descongelando


Chiquitos, nuestros bonitos pequeñitos (bonitos porque son nuestros, no importa lo que el biólogo diga!). Los cinco guerreros que le pelearon a nuestra maltrecha genética y salieron delante de entre tantos. Que se murieron de fresco 37 exactos días. Esperando este día. Que hoy salieron del freezer.
Sigan dividiéndose. Crezcan lindo. No tengan miedo. Que sólo les queda una noche más por pasar solitos. Mañana mamá y papá los vamos a buscar. Y nos los traemos a casita. Todo ya está preparado.
Hoy velamos por ustedes. La primera de infinitas noches por venir.

La peleamos mucho para que existan. Ustedes peléenle ahora a la vida. A veces parece una mierda, pero les juro, palabra de mamá, que vale la pena. 

martes, 8 de diciembre de 2015

A quien corresponda:


Querido Papá Noel, niñito Jesús, Buda, muñeco de nieve Olaf o a quien corresponda:

Hace tiempo ya no pido nada, a nadie, por ningún motivo. Sólo hice un rezo este año mientras operaban de la cabeza a mi mamá, para que salga adelante. Y porque le robé un denario de su cartera que llevé conmigo en mi bolsillo todos esos días. Simplemente porque mi mamá cree, y quería hacer lo que a ella le sirviera y en ese momento no podía.

Yo no pido, no me emociono, no me entusiasmo con velitas encendidas o días de tal o cual santo. Y no es que Dios me haya defraudado, en lo más mínimo. Es simplemente que no siento dentro, la comunicación necesaria. Alguna vez, desesperada, le he pedido me de fuerzas para seguir adelante. Jamás que me conceda el milagro.
E intento no emocionarme. No pensar lo que hubiera sido si. No sacar cuentas. No descubrir que esta es otra Navidad más sin el único regalo por el que años escribí cartitas. 

Este año también voy a hacerlo, no puedo fallar a la costumbre. 

Pero esta carta es distinta.
Años de mi vida gasté palabras y deseos en la gente que quería. Que bien merecido se tienen nuestro amor. Y, con algunos vaivenes, sus deseos se han visto, a veces más a veces menos, cumplidos. Y jamás dejé de pedir por ellos. Por aquello que les faltaba y necesitaban (amor, paciencia, trabajo, sonrisas, sueños, salud, o lo que consideraba que necesitaban en ese año por venir). Y encendí el arbolito todas las noches, con mi cartita ahí colgada, para que esos deseos se cumplieran. 

Ahora no. No quiero deseos para nadie. Y no crean que es por ofendida que lo digo. Pero tal vez esos deseos estén reflejados en otras cartas familiares. O tal vez esos deseos puedan esperar un año más. Por suerte nadie que queremos está pasando por una situación realmente importante. El nuestro no. El nuestro es urgente. Me urge el cuerpo y el alma este año. Me colapsa el corazón como jamás me ha pasado. Me digo basta a cada segundo. Y ya no puedo pedir por fuerzas. Porque ya se me agotaron. Cada inyección duele mil veces más que la anterior. Y cada embrión que formamos con tanto esfuerzo y dolor. Cada mini intento de vida nos destroza el alma. 

Esta vez escribo una carta pública. Porque necesito pedirle a quien me lea que pida por mí, así de egoístamente como suena. Que yo prometo poner todas mis súplicas y pedidos en el sueño de ustedes. Pero en el mío ya no puedo. Ya puse el alma, el corazón, el cuerpo frágil; roto y torpe cuerpo.
Necesito esa magia que me falta, que me falló siempre. Esa cuota de suerte, milagro, don, regalo. Esa chispa que no me devuelva la confianza, simplemente que nos cumpla el sueño por el que tanto trabajamos, que tanto deseamos y que, a esta altura considero, tanto merecemos. 

Este año quiero mi regalo de Navidad en vivo y en directo. Para que los embrioncitos que tenga dentro esta Nochebuena, se agarren bien fuerte a mamá. Y que el cuerpo de mamá, esta vez sí, los agarre bien fuerte. 


 

viernes, 4 de diciembre de 2015

Si algo puede salir bien...

... debería de salir bien. Así dice la frasecita divina que me pegué en el alma toda mi vida.
Pero en infertilidad, como ya lo escribí varias veces, la teoría es distinta:
- Si algo puede salir mal, saldrá mal (es lógico, no hace falta explicarlo).
- Lo que podría llegar a salir bien, saldrá mal también.
- Y lo que de seguro debería de salir bien, tienes suerte si de pedo sale mas o menos!

Y no es que me cargue de negativismo, no es mi estilo. Y ya sé también que en estas cosas, mejor esperar a que todo esté en orden y correcto que hacerlo a las apuradas. Ya lo tengo asumido. Perfecto. Paciencia... ommmmmmm........

Pero...

Nosotros ya sabemos cuál es nuestro punto débil (NUESTROS VARIOS PUNTOS DEBILES!). Tenemos un esperma fragmentado, sin movilidad, que sale de biopsia para poder mejorar. Unos óvulos que se hacen muchos (y vaya uno a saber cómo miércoles están!). Problemas de glucosa. De tiroides. Problemas de coagulación. Inmunológicos (auto y alloinmunes, o sea todos). En fin, problemas.
El UNICO problema que  no teníamos, era mi endometrio.
Mi endometrio siempre creció en tiempo, y forma. 
De hecho, no tener ningún problema en él, era de por sí un problema. Por eso tuvieron que hacerme varias injurys, scratching, microaspirado, biopsias, legrados, etc. Justamente porque ahí dentro, no tengo nada! Como si fuera divino para la foto pero por dentro inútil y tonto.

Ayer, después de 7 días de tres divinas pastillitas azules de estradiol, mi endo estaba bien crecidito. Pero llano! Totalmente homogeneo! Ni una linea de miércoles tenía!
Adonde se fue mi endometrio trilaminar tan hermoso y elogiado siempre!?!?!?
La ginecóloga me pregunta, durante la eco: seguro tomaste estradiol y no progesterona, no? Ya menstruaste? No estaba vencida la medicación? Hace mucho la tenés guardada? Manchaste en medio? Sos una idiota??????
Hasta que me agoté de tanto interrogatorio (con ecógrafo dentro) y le pregunté qué pasaba. No sabemos. A dónde se fueron las rayitas!

Mi doc después nos mostraba nuestra extensissisisisima ficha. Habremos visto en unos 20 lugares de ella, que encontró al azar sin volverse loco en buscar: endometrio trilaminar de 6mm., endometrio trilaminar de 8,5mm., endometrio trilaminar... Y así en cada ecografía que tengo hecha desde hace dos años de tratamiento.
Incluso, en la eco del día de la punción, tenía un endo de 12mm trilaminar precioso!

Le damos tiempo hasta mañana sábado de que aparezca la liñita. Yo no sabía nada del tema. Nunca me preocupó averiguar porque ese NUNCA FUE EL PROBLEMA! Parece ser que la línea se forma en determinado momento, no que comenzamos el ciclo con la línea ya marcada.

Esto implica, no sólo diez días de estradiol y malestar, sino diez pinchazos dolorosísimos de heparina (y costosos!). Por eso, en vez de esperar hasta la otra semana, nos dio de margen sólo dos días más. Si vamos a cancelar, que sea intentando pincharme la menor cantidad de anticoagulante posible!!!

Los motivos? No se sabe.
Una teoría (que me encargué de investigar durante todo el día, como bien infertil obsesiva que soy) es que el raspado endometrial del día 21 del ciclo de mi ciclo anterior, barrió con todo! TODO! Incluído parte de la capa basal del endometrio que es la que jamás se cae durante la menstruación. Y por eso estaría tardando más en formarse el nuevo endo, con sus dos capas (tres líneas visibles claramente en ecografía).

La teoría de mi doctor, luego de insistirle en una teoría porque a mi los imprevistos no me gustan, y a esta altura ya no me conformo con un "puede pasar", es que (posiblemente producto también del scratching que él nunca va a asumir) mi menstruacion duró 6 días y fue DEMASIADO abundante. Recién se me cortó el martes. Y eso hizo que no le diera el tiempo todavía a llegarse a formar las líneas visiblemente en ecografía. Que ya para mañana tendrían que estar.

O no. Y será un ciclo así.

Básicamente, el primero en mi historia. Justo ahora. Qué casualidad!