viernes, 30 de octubre de 2015

Creciendo

El pasado es imborrable. Por más que me digan y me repitan que nada tiene comparación con lo que hoy y ahora estoy viviendo.
Por más que me lo incruste en el cerebro mi profesora de yoga en cada clase durante la relajación, recordándonos que estamos acá y en este momento.

El pasado sigue estando ahí. Y también las hormonas.
No sé si será por una u otra cosa. Pero tengo un pánico terrible de habernos arriesgado demasiado con tan bajas dosis de medicación. La primera ecografía mostró a los miles de folis iguales. Esperaremos hasta mañana con misma dosis para ver si crecieron.

Y entonces comparo. Y me siento culpable por haber tenido tanto pánico de volver a pasar por otra hiperestimulación. Incluso se lo dije al doctor el jueves: si me tengo que sentir mal, me siento mal, pero no quiero perder folis!
Loca! Una loca de mierda parezco!!!

Me dijo que no me tengo que sentir mal, que no me tengo que sentir culpable, y que él confía en que van a crecer. Y a mí no me queda otra que creerle a él.
Nunca me pasó esto. Siempre rogué para que no crezcan tanto y tan rápido. Hice esfuerzos en no hacer esfuerzos, en no moverme, no atarme los cordones, no agacharme, no doblarme, casi ni respirar para que nada me explote dentro.

Esta vez es distinta. Como todo de distinto fue en este tratamiento.
Y eso, para una infertil perdedora como yo, puede sonar una ventaja.
Que sea distinto cuando siempre fue igual, y fue mal, no es una mala opción.



Si son tan enfermas como yo, y quieren seguir día por día mi estimulación, lo pueden hacer en 
3° ICSI (en vivo)





martes, 27 de octubre de 2015

Compras infértiles


(esta entrada la escribí hace unos días, antes de comenzar el tratamiento, pero no tuve tiempo de subirla antes)

Las infértiles somos personas distintas a la gente normal. Sobre todo si ya tenemos un poquito de tiempo en esto.


No hay caso, con cada tratamiento quiero vivirlo lo más naturalmente posible (porque convengamos que a esta altura, estar en tratamiento es más normal en mí que no estarlo). Pero no puedo. Indefectiblemente termino haciendo las "compras pre tratamiento". O, también se podría llamar: el listado de boludeces que sólo las infértiles necesitamos. 


Y así es como me fui haciendo un stock de protectores diarios, aprovechando el 2x1 de una famosa cadena de farmacias. Por eso de la progesterona, vieron? Porque, sinceramente, no encuentro la manera de colocarme todos los días una toallita sin necesidad, si no fuera por la progesterona. Y ojo, que comprar protectores diarios implica no comprar de las otras toallitas ni tampones, no vaya a ser cosa que uno se ponga en negativa.


También muchos discos de algodón y alcohol. Varios. Muchos. Que no falten por las dudas! La mayoría de la medicación ya viene con esas turundas muy mononas preparadas. Pero la heparina no, y sangra muchas veces. Así que hay que estar preparadas. Y si de algo sabemos las infértiles es de prepararse, y prepararse, y prepararse. (léase: 3 paquetes de discos de algodón cuando con medio basta). 


Un lindo esmalte de uñas, si es con brillitos mejor. Si, esto no parece tener nada que ver pero trabajo con las manos y mis dedos y uñas son siempre un desastre. Por eso me gusta "ponerme bonita" para cada ecografía y hacerme dibujitos en las uñas, pegarme cosas, corazoncitos… Sentir que le pongo onda a ese momento me hace creer que las cosas irán mejor. Definitivamente es una cábala que no me ha funcionado nunca, pero la sigo manteniendo porque me hace sentir bien. 


Un stock importante de comida. Sana, natural y casera. Ya congelé en el freezer granos de choclo, espinaca, brócoli. Todo lo que pueda servir para agregarle después a una pechuguita de pollo. Sin tener que trabajar mucho en la cocina después, porque cuando estimulo realmente la paso mal. Y, tengo tantos problemas estomacales que no puedo darme el lujo de pedir comida o comprar en rotisería. También alguna cosa rica de las casas naturistas, suelo preparar las cosas yo, pero en tratamiento se me hace imposible amasarme un pan con semillitas, así que tengo que comprarlo. 


Medias. Sí, varios lindos pares de medias. Con dibujitos divertidos, con brillitos, con lunares. De muchísimos colores! Es lo único que mantengo puesto por decencia cuando me hacen las ecografías de control y descubrí que, además de darme un toque de gracia, los médicos se quedan mirando las ridículas medias que llevo puestas cuando van a colocar el ecógrafo, y no ciertas otras zonas. Así que genero tema de conversación en un momento incómodo, mientras evito que anden chusmeando sectores vergonzosos. 


Y alguna que otra tontería más como cerveza sin alcohol. Realmente no entiendo el motivo por el que alguien tomaría esa porquería si no fuera porque está en tratamiento de fertilidad y quiere sentirse normal. Eso es: si estás embarazada tomás agua sin problemas, si no estás en tratamiento tomás alcohol sin problemas. En otras palabras, un tonto término medio para hacerme creer que mi vida es lo más normal posible. Servirme esa asquerosidad en un lindo chopp que traje del Oktoberfest y brindar con mi marido como si realmente tomara algo que valga la pena. 


Stock ya hecho.

Tenemos todo listo. Sólo resta que llegue el momento. 


Preparados, listos… 


(y a vos, qué cosas no te pueden faltar para comenzar un tratamiento?)

lunes, 26 de octubre de 2015

Comenzando




El 20 de octubre fue mi último día de pastillita. Y, mientras dejaba la casa limpia, la ropa doblada, la comida en el freezer y un poco de trabajo adelantado, me quedé esperando a que la bendita aparezca.
Tenía ecografía programada para el sábado, pero me la adelantaron al viernes. Y arrancábamos.
Y era jueves a la noche y nada. Fui a caminar lejos y sin toallita en la cartera, salté sobre la cama, me puse pantalón blanco y bombachita divina de estreno… nada de las cosas que siempre hicieron que me venga. 

Cartelito que me escribió mi amor y encontré al despertar esa mañana.

El viernes, 7 de la mañana, me levanto horrendamente adolorida. Si, tarde pero seguro, hizo acto de presencia.

A la tarde teníamos el turno para eco. Nuestros médicos se iban a una conferencia en Estados Unidos sobre fertilidad, y nuestro doctor en particular, se iba a tomar unos días de vacaciones después, por lo que nos había ya consultado sobre que su ginecóloga asistente nos atendiera el viernes y nos diera el inicio de pauta de medicación para adelantar. Y que él estuviera la otra semana, en la siguiente ecografía y retomarlo todo. Incluso, para que no haya problemas, ya habíamos pautado la dosis de medicación de inicio para que no quedaran dudas. Ibamos a ir con 150 de gonal, esperando no volver a pasarme de rosca, pero que fuera suficiente para que crezcan todos los pequeñitos. 

Pero ese viernes, esperando la eco, nos avisaron que nuestro doctor, y nuestra doctora, estaban varados en Miami por el huracán Patricia. Que no habían podido volver. Y que la ecografía me la iban a hacer otras médicas.
Me llamaron. Me preguntaron toda la medicación que el médico nos había indicado. Les comenté que era mucha porque íbamos a reclamarla al 100% y nos puso un standard de más para que sobre y se pueda donar. Que sé que siempre me sobra. No me hicieron mucho caso.

Mientras me desvestía, me preguntaron qué tratamiento iba a arrancar. Les dije que un ICSI. Me miraron raro y me preguntaron "con tus óvulos?". Y sí, es un ICSI. No entendí el punto, tan avejentada me veía?!?! Hay ciertas profesiones en donde es imperativo tener un poco de tacto, creo yo. 

Una de ellas lee en voz alta mi ficha y me pregunta "estás anticoagulada por riesgo de trombosis!?!?!". Le digo que no, que eso va a ser en cuanto arranque con las hormonas. Se asustan. Todos se asustan siempre. Y yo como una idiota intentando quitarle importancia para no vivir asustada todo el tiempo.
Me subí a mi amigo el potro, al que ya extrañaba, y en cuanto una de ellas colocó el ecógrafo llamó a la otra "vení, mirá!". Y debo de confesar que me asusté, tengo esos flashes de negativismo en donde, a la más mínima duda de quien me hace la ecografía, empiezo a ver todos los fantasmas juntos. 

Y se quedan las dos mirando el monitor, un largoooo rato, mientras mi maldito amante siento que se me va a salir por la garganta! De pronto una dice "ovario derecho: 17". Y la otra contesta "yo conté 22 pero poné 17".
Pucha, otra vez la sorpresa vuelve a ser la no sorpresa. Otra vez voy a explotar!
Y me pongo feliz, quién no. No quiero que crean que soy una desagradecida a mis pobres ovarios que siempre trabajan a destajo y me dieron más de una satisfacción. Justamente, mi problema no está ahí. Ese es el problema. Un problema que no sé si se puede resolver porque no se sabe bien dónde está o cómo arreglarlo.
Me visto y me voy, con la indicación de llamar mañana sábado, por la mañana, a mi doctora a su celular para que me pase las indicaciones.

El sábado llega con unos nervios terribles. Soy bastante vueltera con las cosas, y estuve, como es lógico, toda la noche del viernes imaginando que no iba a poder comunicarme. Y así fue. Horas marcando teléfonos, encontrándome con contestadores, hablando con secretarias que no entendía nada. 

"Mensaje" que encontré en el bar donde almorzamos. Y mis uñas buscando un arcoiris.


Mientras, teníamos la reserva de un brunch en Nordelta (un lugar precioso) como pre festejo de cumpleaños ya que el domingo era día de elecciones y eso no me permitía festejar demasiado (ni encontrar nada abierto). Y yo iba por panamericana marcando el dichoso numerito. Llegamos, estacionamos. Y ahí mismo, probé una última vez. Me atendió mi doctora. Aleluya!!!!!!!!

Me dijo que era imposible tener señal allá (vaya uno a saber) y que le habían pasado todos los datos de la eco. Y que, por eso mismo, quería que arranque a inyectarme mañana domingo, no hoy. Mañana por favor! Como implorándole a mis ovarios que no se vayan de rosca. Como si un día modificara en algo.
Que arranque con 300 de gonal. Le digo que no, que es mi tercer ICSI y que siempre hiperestimulo, que ya habíamos hablado con el doctor para que la dosis fuera más baja porque en los dos anteriores comencé con 300 y 225 (cronológicamente hablando). Y que eso lo había anotado él en mi historia clínica. Me contestó que la disculpe, que ella no la tenía ahí y le era imposible leer todo. Que en la clínica le habían pasado la cantidad de medicación que me había pedido el doctor e interpretó que iba a ser una estimulación de tipo standard. Que la disculpe nuevamente. Que arranque con 150 entonces. 

Y yo me quedé. Cinco horas. En el almuerzo. En las compras en el super para mi  mini festejo de cumple al día siguiente. Trabajando. Limpiando. Le daba y le daba vueltas. A una sensación horrible de abandono, aunque no fuera culpa de nadie. Aunque mi doctor lo había dejado todo organizado conmigo y yo lo entendía bien. Me pregunté qué hubiera pasado si yo no tuviera tantas luces como creo tener. 

A la tarde, en medio de la confitería comprando unas masas, la doctora me mandó un mensajito con toda la aclaración y el proceso escrito. Y reiterándome las disculpas por no haber podido estar ahí. Y recién ahí me calmé. Me sentí bien. Aunque fuera una tontería. Necesitaba saber que ella entendía lo importante del momento para mí.
No era nada grave, ya lo sé. Pero soy una persona muyyyy organizada y necesito atenerme al plan siempre. Ya el hecho de arrancar al día siguiente me molestaba. No porque no fuera bueno, no soy quien para juzgar cuándo debo o no de empezar. Pero mi cabeza trabaja y planifica tanto que cualquier cambio me desestabiliza.
Eran muchas cosas juntas. Muchas emociones. Mucho en juego.

El domingo, 25 de octubre, cumplí 41 años. 
Y además, mi país votó para presidente y, después de 12 años de lo mismo, la gente eligió un ballotage, el primero de la historia. 
Y, todavía más además, me di mi primera inyección de este tercer ICSI, cuarto intento de ser mamá. 


Con toda la emoción del mundo. Sentadita viendo otra vez el video de cómo dar la inyección (como si no lo supiera de memoria). Con la mano de mi marido sosteniendo la mía mientras me pincho. Con todas las ilusiones puestas. Después de haber soplado una pequeña velita verde (color esperanza) de una pequeña tortita que compartí apenas con mi mamá y mis suegros, porque entre las elecciones y el tratamiento no podíamos ampliar el festejo a más familia. Después de haber pedido el mismo deseo tres veces. 

Y recordando que exactamente hace un año, tres días antes de cumplir mis 40, soportaba mi segundo negativo. Y soplaba las velitas entre llantos.
Hoy las ilusiones otra vez se renuevan. Porque hoy vuelvo a estar otra vez más cerquita. Un paso más. 

No pude tener mejor regalo en este día, que sentir que la vida me vuelve a dar otra oportunidad.

martes, 20 de octubre de 2015

Motivaciones

Hoy es mi último día de primolut nor (pseudo anticonceptiva para preparar el ciclo previo o, mejor dicho, para que mi menstruación le caiga en fecha a mi doc). Por lo que mis ovarios ya duelen, y bastante. Estoy sosteniendo un ciclo, por ahora, de 32 días (cuando soy fija en 28).
Mañana lo dudo, tal vez el jueves o viernes a primera hora haga su aparición la dichosa. El viernes por la tarde tengo turno para eco para ver si podemos arrancar a pincharnos.

Y estamos a puros preparativos.
Entre trabajo, limpieza y demás, preparé unas frases bonitas que encontré por ahí, para que la tablet que está en el soporte en medio del living comedor (el ambiente en donde estamos todo el día, comemos, trabajamos, vemos tele, etc) las vaya haciendo correr y me "sorprendan".
Una manera de mantener las buenas vibras lo que dure el tratamiento.
Les voy, con los días, subiendo algunas por si las quieren usar. De fondo de pantalla, protector, o simplemente para que se carguen de las mejores energías.


domingo, 18 de octubre de 2015

Sin día de la madre


Será que la infertilidad me convirtió en una persona horrible.
Pero me cansé. De leer y leer tanta pelotudez!

Hoy es el día de la madre acá en Argentina. Y aparecieron en cuanto blog, web o fan page sea seguidora sobre infertilidad, una cantidad inmensa de escritos del tipo: ya somos madres.

Y yo los leo, y lloro. Y se los leo a mi marido, que llora también mientras yo vuelvo a llorar. Y suena todo tan bello. Que ya somos madres. Somos madres de la espera, de las ecografías, los folículos, en cada estudio, en cada angustia contenida y bla bla bla.

Perdónenme. Son palabras hermosas y muy emotivas.
Pero son mentira. 

Yo NO SOY MADRE. 
Aunque quiera, más que nadie, serlo. Y me enorgullece mi inmensa lucha y la fortaleza con la que la llevo adelante. Y me siento mucho mejor madre (si es que eso puede calificarse) que las que paren hijos a mansalva porque sí, por un plan, para sostener una pareja, porque están aburridas o porque la sociedad les dice que "completarse" como mujeres, es parir. 

Pero no lo soy. Nadie me dice mamá. Ni se duerme apretando mi dedo. La casa está silenciosa y vacía. Nos sigue sobrando una habitación. Y no habrá bracitos que me envuelvan el cuello mientras me dicen "feliz día".

No importa cuán sentimental me pueda poner este día. Cuánto piense en los 28 embriones que mi marido, un biólogo y yo formamos en año y medio de historia infértil. Y me diga y me repita que eso es hacer vida, y que de madre yo tengo mucho. La única maternidad que me interesa es la real. 
No quiero bellas poesías.
Quiero ser mamá. 



jueves, 15 de octubre de 2015

Victimas o guerreras


Todos tienen derecho a decidir no luchar.

Y quiero aclararlo de entrada para no herir susceptibilidades. Porque sé que en este tema todas somos muy susceptibles (y me incluyo). 


Se puede no luchar más. Se puede elegir otro camino. O se puede elegir no caminarlo más.

Es una decisión. Hasta me atrevería a decir que una decisión que admiro. Tal vez en un tiempo yo me encuentre tomándola. Por el momento no. Y, muchísimas veces, me encontré en momentos horribles en donde desee haber sido la clase de gente que puede dejar de luchar y sentirse bien habiendo tomado esa decisión.


Pero yo no puedo. No ahora. No lo imagino (insisto, quién te dice si el destino no me llevará a ello).

Soy demasiado extremista. Dejar de luchar para mi masoquismo es perder. Aunque entiendo que no es lo correcto. Perder es que en esto se te vaya la vida. Que des más de lo que podés dar. Sé que eso es perder. Pero mi corazón no lo entiende, y no hay manera de que mi cabeza, tan razonable y lógica, se lo pueda hacer entender.



Insisto, todos tienen derecho a decidir no luchar.

Pero no a hacer de constantes intentos de abandono, su motivo de lástima.


Si vas a hacer un tratamiento de fertilidad, hacelo. Hacele frente. Te va a costar, te va a doler, vas a tener miedos, y vas a dudar. Pero te vas a parar adelante del problema y lo vas a tomar por las astas. No vas a quejarte porque te molesta una ecografía, y a preguntarte cómo vas a hacer para tomar un remedio que no te gusta. Y a escribir de ello como si en cada tontería de la infertilidad se te fuera la vida.


Te van a pinchar mil veces. Te va a doler todo el cuerpo. Vas a sufrir. Y, encima de todo, te puede ir mal. Eso tenés que saberlo. De entrada.

Y, si sos de las que tienen mala suerte como yo, te va a ir mal VARIAS VECES!

Y ese sí es el dolor que importa.



Todos vivimos el camino como podemos, o queremos, de eso no tengo dudas.

Y no existe buena manera de llevarlo adelante. Porque definitivamente no nos fabricaron para sufrir tanto.

Pero ser madre es sufrir. Y lo sabés desde que tomaste la decisión. Y más lo aprendiste cuando te mandaron a fertilidad. Cuando te hiciste estudios dolorosos e invasivos. Cuando te inyectaste a vos misma. Cuando el alma se te desgarró al medio porque algo salió mal.



Que este mes no te hayas embarazo naturalmente no es tan doloroso. No es ni cerca de lo que es el dolor. Sólo te está costando un mes más embarazarte. Tal vez te cueste seis meses de sexo con tu pareja (qué problema!). Tal vez tengas que organizar tus ciclos, programar tus relaciones. Pequeños pasos para convertirte en madre, parte de la vida misma. 


Perdónenme si a alguien ofendo, pero no quiero más víctimas.

Quiero guerreras. Personas que luchan. Que les duele y lo dicen. Que se levantan aunque siga doliendo (y dolerá por siempre!).

Mujeres que odian tener que sacarse sangre para un estudio, porque llega un punto (les juro) que hasta las venas de los brazos nos duelen de tantas extracciones. Que lo odien, pero lo hagan, cerrando los ojos, apretando los dientes. Puteando la puta suerte.





Si tenés la mala suerte de tener que transitar este camino, tenés que saber que es difícil, que puede ser largo. 
Que tenés que estar preparada. 
Que la vida te va llevando. 
Que nada es tan dramático como crees. 
Porque ser madre es eso. 
Desgarrarse por tu hijo, incluso si todavía no existe.

Porque parir también duele.

martes, 13 de octubre de 2015

A medias


Así es como me siento estos días. A medias. Porque todo se va dando siempre de esa manera en el camino de la infertilidad.
Ya tenemos toda la medicación en la heladera. Listos para comenzar. Y, por sobre todas las cosas, habiéndola conseguido sin poner un peso! Después de tanta angustia, papelerío, abogada, llamadas eternas, números de reclamos acumulados, presentaciones, órdenes, quejas, gritos. Digamos que un lindo cocktail. 
Llamamos a la farmacia dispuestos a pagar el 60% y luego seguir reclamando el reintegro, y nos dijeron que tenían la autorización para entregárnosla al 100%.


Tema aparte: chicas de Argentina, presenten el reclamo en la Superintendencia! Si quieren saber cómo hacer, qué papeles entregar, etc, me mandan un mensajito y con toda la satisfacción de infértil a infértil las ayudo. Pero háganlo!

Claro que entre los papeles también entregamos la órdenes y la historia clínica de la hematóloga justificando el uso de anticoagulante durante la estimulación, sobre todo por los riesgos que implica para un paciente con trombofilia la cantidad de hormonas que necesitamos inyectarnos al hacer el tratamiento.

Pero la heparina no, al carísimo medicamento no lo tuvieron en cuenta. Cuarenta inyecciones de 60u de Clexane necesito. 
Y tengo escrito en cuanto grupo de trombofilia o donación de medicamentos existe. Pero, lamentablemente, muchas chicas ya embarazadas las necesitan también. Y entiendo, tristemente tengo que entender, que no estar embarazada no me convierte en una prioridad. Así que lo que de un lado entra, sale por el otro.

Y a medias entre la felicidad de tener la medicación fundamental, pero angustiada por tener que pagar casi la misma cantidad en otras inyecciones que también necesito.

A medias entre los diez días que vengo tomando la pastillita previa, y los diez días que todavía faltan para dejar de tomarla.

A medias entre estar tan cerquita y todavía tan lejos.

Siempre, todo a medias. 

jueves, 1 de octubre de 2015

Y la hematóloga dijo:


Heparina, heparina, heparina!!!




Acá en Argentina la cosa es muy sencilla. La primera opción que tenés es morirte de una trombosis venosa profunda mientras te dan medicación hormonal que te lo provoca, sin que se les ocurra estudiarte. La segunda opción es abortar tres veces (como si de por sí fuera fácil embarazarse!), y que en esos tres abortos se haya podido analizar al feto y no presentara anomalías cromosómicas. O, como tercera y última opción, pedir un turno, pagándolo particular, con la única hematóloga que parece que le importa el paciente. La única que no se compró el cuento de que "todas tienen trombofilia" porque "la trombofilia está de moda". La que no necesita mandarte a repetir el estudio la suficiente cantidad de veces como para que en algún momento te salga negativo y así la obra social no te cubra el caro medicamento que necesitás para que tu sangre no ande coagulando por ahí más de la cuenta. Y lo más loco, es que no existe mujer argentina que haya pasado por tratamiento de alta complejidad o por un aborto, que no sepa de quién estoy hablando. A tal punto.



Y así terminé yo en su consultorio, esperando hora y media a que me llamara, allá por enero de este año (después de vagar por institutos hematológicos de muy alto nombre donde me dijeron que, cuando logre abortar tres veces, vuelva). Y que conste que no me gusta hablar de decisiones médicas, mucho menos criticarlas. Sobre todo porque creo fervientemente en que la reproducción médicamente asistida no es 2+2=4. Que cada institución y médico tiene su librito, su criterio, sus investigaciones y su opinión. Que nada es ni bueno ni malo per se. Pero joder… que voy a ver a una hematóloga con mis resultados de análisis de coagulabilidad y de 8 parámetros estudiados, tengo 3 mal, y me diga que yo no tengo nada… en fin.



Bastó entrar a ver a la Eminencia en hematología de la reproducción para que me dijera cuál era mi problema (o uno de tantos). Miró mis estudios, me preguntó si había hiperestimulado, como tenía la insulina, si tomaba metformina, y cómo de alto estaba mi colesterol, además de corroborar que también tenía hipotiroidismo subclínico. En un segundo dio en el clavo con TODO. Me dijo que yo tenía un "clásico combo". A saber: mutación homocigota PAI 4G/4G, mutación heterocigota compuesta de MTHFR, y anticoagulante lúpico positivo. En palabras sencillas, trombofilia combinada: hereditaria y adquirida. Que la adquirida no podía llamarse SAF (síndrome antifofolípidos porque me faltaba el evento trombótico, sea trombosis o aborto) pero que sin dudas era trombofilia.



Sin asustarme mucho ni explicarme de más, me dijo que en la próxima transferencia iría con heparina (clexane 60) desde el día 3 del ciclo de transferencia). Y que ya empezara a tomar Bayaspirina prevent, ácido fólico de 5mg., y Blastop (+ ácido fólico y vitamina B6 y B12).



Esa transferencia, como ya imaginarán, fue también negativa.



La semana pasada, volvimos a consultarla para saber cómo tendríamos que encarar el próximo tratamiento a días de comenzar.

Me dijo que todo seguía igual, salvo que tendría que darme heparina de 60u también durante toda la estimulación. Cuando sorprendida le pregunté por qué (más que nada porque es dolorosísima y carísima, no sé en qué orden me importa más!) me dijo que era un riesgo para mi los altos niveles de estrógeno que produce mi cuerpo, teniendo las trombofilias que tengo, y que en caso de llegar a hiperestimular tendría que continuar anticoagulándome por 15 días más. Y, lógicamente, cuando fuera la transferencia también inyectarme desde el día 3 del ciclo como la vez anterior.




Y, por cierto, hablando con ella de mi vida "cotidiana" (léase sin tratamiento), tengo que tomar la Bayaspirina y el Blastop siempre, de por vida. Y tengo que heparinizarme si viajo en avión, si estoy de reposo o inmovilizada, y avisar ante cualquier tratamiento médico que tengo trombofilia.

Y entonces entendí. Que tenía una enfermedad (se llama síndrome pero da igual la diferencia). Que había tenido mucha suerte las dos estimulaciones anteriores donde hiperestimulé muy feo, sobre todo la primera. Que si lograba embarazarme, iba a ser un embarazo muy controlado y de alto riesgo. Y que los médicos, muchas veces, tienen que hacer la vista gorda con ciertos casos.  Que una persona con trombofilia no puede hormonarse, ni tomar estradiol, por ejemplo, por los riesgos que eso conlleva. Pero como a las que tenemos que realizar tratamiento no nos queda otra, disimuladamente nos mandan anticoagularnos.

Que las que tenemos trombofilia y además tenemos que recurrir a tratamiento de fertilidad, tenemos que luchar contra dos fantasmas. Lograr la implantación. Y no perderlo.


Y no nos damos cuenta. Porque es tanto nuestro deseo de embarazarnos que no nos duele una inyección más, de tantas inyecciones que nos damos. Y lo que más nos aterra es jamás conseguirlo. No tener un embarazo complicado.

Ojalá un pajarito me contara que en mi futuro, yo tendré un embarazo tortuoso. 
Porque mi mayor miedo no es sufrir en el mejor momento de mi vida. 
Es que ese momento no llegue nunca.