viernes, 6 de noviembre de 2015

Carrera de obstáculos: Punción (1)


Nos levantamos temprano. Me pegué un buen baño, de esos que sólo dejás correr el agua porque, sinceramente, la noche anterior me había bañado. Sólo quería estar bien libre de productos cosméticos para entrar al quirófano, e intentar aliviar un poco mi dolor de cintura. 

Me estrené remerita barata de París que compré para la ocasión y una hermosa pashmina haciendo juego que me regalaron para mi cumpleaños. Ahí me ven en la foto camino a la clínica, con Positivito, nuestro osito adoptado hace más de dos años, cuando arrancábamos con la primer consulta en la clínica, para que nos llene de energías positivas y sonrisas. Por cierto, él nos acompaña a todos lados. Hasta entra a las ecos conmigo (pero shhhh porque nadie lo sabe!).

Sigo.
Llegamos. Fuimos a administración a abonar el Ionóforo de Calcio (ya subo una entrada explicando un poco qué es eso). Firmamos todos los consentimientos que ya teníamos leídos y prellenados. Y nos sentamos a esperar. Al ratito mi cintura estaba partida al medio. Eran los folis ya queriendo reventar!!! Fui al baño varias veces, con esa sensación de que la vejiga te arde de tanto pis que no tenés. 

Por fin mi apellido. Nos pusieron botitas de papel a los dos. Y a la habitación bonita, la del fondo, la que tiene baño privado y silloncito reclinable divino. Un segundo antes le dije a maridito que tardaban en llamarnos porque nos iban a dar la SUPER habitación. Y tenía razón! Sólo estuvimos en esa habitación una vez, la primera. Cuando todo se desbarrancó en ese día. Yo explotando del dolor. Y la muestra de mi marido que no servía. Era hora de volver a tomarle cariño a ese lugar.
 La enfermera me preguntó el horario de la última inyección, antecedentes y demás cuestiones técnicas. Y me dejó cambiar.

En cuanto me empecé a poner la bata apareció el anestesista. Debo de confesar que ese tipo es de lo más maravilloso que el mundo infértil me cruzo. Nos reconoció de rostro, ya que tanto maridito como yo ya habíamos pasado por sus gloriosas manos. 
Hablamos un poco. Me preguntó por la trombofilia y me tranquilizó con que para él no era ningún inconveniente. Le dije que estaba un poco sensible con las agujas. Que me hice miles de estudios y me he sacado litros y litros de sangre sin problema. Pero este último tiempo me había vuelto demasiado asustadiza. Me dijo que era lógico, muchas veces de tanto camino recorrido y tanto manoseo. Me gustó que dijera eso. Saber que un especialista de la salud reconoce nuestra lucha es siempre muy emotivo.
 Y que en un ratito me llevaban a quirófano, que el vial me lo iba a colocar allá mismo. Eso estuvo bueno!

A los dos minutos me llevó la enfermera. Todo un show subirse a la mesa tan incómoda y alta (sobre todo para pequeñitas como yo). El anestesista me colocó el vial y luego lo cambió por una aguja flexible para que no me lastime. Me dijo que sólo hacia eso con la gente que le caía bien. Yo sabía que era mentira pero de las lindas. Y que su esposa se llama como yo, que la soporta hace 42 años de casados, más 8 años de noviazgo. Le dije que entonces se había casado a los 10 y todos en el quirófano dijeron que yo era de las pacientes piolas, las que saben lo conveniente que es tratar bien a quien te droga durante la tortura.
Vino mi doctora y me saludó. Vino otra doctora que no conozco y empezó a limpiar un poco la zona. Me la presentaron como "la especialista en espéculos", pero no pude comprobarlo porque no hizo nada mientras yo estuve despierta.

Y vino mi doc. No sé qué es lo que pasa pero las ya 5 veces (sexta con esta) que estuve en quirófano, cada vez que él entra se corta la música, se apagan las luces y como un reflector lo ilumina, y todos se dan vuelta para ver su entrada triunfal. Juro que no lo imagino. Porque todavía no me activaron la anestesia. Siempre me causa mucha gracia y es motivo de risas entre maridito y yo después, cuando le cuento los detalles.
Me saluda cariñoso. Me pregunta cómo anda mi "pancita" y cómo andan mis nauseas. Le digo que esta vez me siento bastante bien, sobre todo comparando con las otras. Y que eso es peor porque entonces mi cabeza empieza a pensar cosas. Que cuando me sentía tan mal sólo quería que me los saquen. Ahora que estoy relativamente bien, no quiero! Me reta. Siempre me reta. Y yo aprovecho.
Ya voy a escribir una entrada sobre nuestro doctor en algún momento. Por ahora les cuento que es una persona bastante particular, reservada, poco expresiva. A mi me hace acordar mucho a mi papá (aunque es bastante más joven que lo que era mi viejo). Pero tiene esa actitud paternal que él tenía conmigo. Esa de cuidarte y preocuparse por vos pero sin demostrarlo mucho porque le molesta ser sensible. Y yo, además, siempre soy una roca. 
Cuando voy al médico, voy al médico, nunca al psicólogo. Así que jamás le llore, ni en las peores noticias. Ni siquiera me emociono ni un poquito. No me sale. No puedo en público.
Pero cuando estoy en quirófano aprovecho. Es el único momento en que mi doctor agarra mi mano, la aprieta fuerte y la acaricia. Y a mi me hace bien sentirme en ese momento protegida. 
Sé que en cuánto me despierte vamos a volver a hablar de cuestiones técnicas, sin la más mínima emotividad. Ahora no, ahora estoy hiper hormonada, adolorida, desnuda, con las piernas atadas, y un vial saliendo de mi vena. A punto de que me claven una aguja alrededor de unas 30 veces, un lugar que sólo se inventó para dar placer y parir un hijo. Ni lo uno, ni lo otro.

Continuará...

1 comentario:

  1. Me encanto lo súper equipada , remera y OSI,detalle del medico, no todos lo hacen esa muestra de cariño y contención de tranquila todo esta bien,y su entrada triunfal me mata jaja, un beso

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